Correr
En los Juegos Interaliados de Berlín, en 1946, al ver detrás del cartel de Checoslovaquia a un solo atleta desmañado, todo el mundo se ríe. Pero después, cuando en los cinco mil metros acelera sin parar y cruza la meta en solitario, los espectadores estallan en un clamor. El nombre de ese chico que siempre sonríe: Emil Zátopek. En pocos años y dos Olimpiadas, Emil se convierte en invencible. Nadie puede pararlo: ni siquiera el régimen checoslovaco, que le espía, limita sus traslados y distorsiona sus declaraciones. Emil corre contra su decadencia, y sonríe. Incluso en las minas de uranio adonde lo destierran porque ha apoyado a Dubcek. Ni siquiera Moscú puede pararlo. La nueva novela de Echenoz atraviesa cuarenta años de un destino excepcional y sin embargo misteriosamente parecido al nuestro. Y nos regala una escritura encrespada de esa impagable ironía que para Echenoz es sólo un pudoroso afecto.
«Cada capítulo es un prodigio de ritmo, con el autor acelerando y echando el freno, con un swing en la escritura digno de los más grandes libros de Echenoz» (Baptiste Liger, Lire).
«Como sucede con la deslumbrante Ravel, en Correr, un libro espléndido, y no menos metafísico que aquél, nada es inventado. Pero no nos hallamos ante una biografía. Se trata, pura y simplemente, de una novela, vibrante, elíptica, irónica» (Nathalie Crom, Télérama).
«¿En qué piensa Echenoz cuando escribe la vida de Emil Zátopek? Sin duda en la mentira estalinista, en el fascismo olímpico, en la indecencia del poder, en las mitologías en venta, en la avidez y la vanidad que intentan corromper hasta el talento más inocente, y, por encima de todo, en la belleza del deporte y la flexible resistencia de un hombre a todo esto. Correr es un libro sobre la inocencia, ejemplar en todos los sentidos de la palabra» (Philippe Lançon, Libération).
Sinopsis
En los Juegos Interaliados de Berlín, en 1946, al ver detrás del cartel de Checoslovaquia a un solo atleta desmañado, todo el mundo se ríe. Pero después, cuando en los cinco mil metros acelera sin parar y cruza la meta en solitario, los espectadores estallan en un clamor. El nombre de ese chico que siempre sonríe: Emil Zátopek. En pocos años y dos Olimpiadas, Emil se convierte en invencible. Nadie puede pararlo: ni siquiera el régimen checoslovaco, que le espía, limita sus traslados y distorsiona sus declaraciones. Emil corre contra su decadencia, y sonríe. Incluso en las minas de uranio adonde lo destierran porque ha apoyado a Dubcek. Ni siquiera Moscú puede pararlo. La nueva novela de Echenoz atraviesa cuarenta años de un destino excepcional y sin embargo misteriosamente parecido al nuestro. Y nos regala una escritura encrespada de esa impagable ironía que para Echenoz es sólo un pudoroso afecto.