Eisenstein
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Eisenstein

En el último de los muchos prólogos dedicados a uno de sus libros más famosos, La teoría de la prosa, Sklovski sugería el buscar en la obra de Eisenstein el balance de las experiencias teóricas de la vanguardia soviética. En efecto, la experiencia de Eisenstein aparece ligada a la de las vanguardias en una relación mucho más íntima de lo que la crónica pueda documentar directamente.

La naturaleza compleja de esta relación se hace homogénea apenas se la observa desde el punto de vista ideológico, porque, aparte del sentido inmediato que es lícito atribuir de vez en cuando al formalismo o al constructivismo o el meyerholdismo de Eisenstein, existe (y es determinante) una adhesión implícita a la realidad que coloca su experiencia en el área ideológica de la intelligentsia burguesa que madura, quizás a pesar suyo y no sin contradicciones, en la Revolución de Octubre.

Vista así, la historia de las vanguardias soviéticas de los años 20 es la historia de una revolución cultural operada por los hijos disidentes de una burguesía temporalmente desclasada y, sin embargo, difícil de arrancar de su forma ideológica más segura y avanzada: el iluminismo, la confianza en la razón revolucionaria que destruye lo viejo con el pensamiento y que, por el solo hecho de haberlo proyectado, está segura de asistir a la afirmación de lo nuevo.

Como se sabe, el stalinismo truncó brutamente aquella confianza y degradó aquella razón justo en el momento en que el experimentalismo de las vanguardias habría podido emanciparse de la herencia ideológica del iluminismo burgués, sustituyendo el intelectualismo idealista y un tanto caprichoso por la búsqueda de una salida objetivamente revolucionaria a los problemas de una nueva cultura.

El relato de Sklovski transforma las desventuras del pequeño Eisenstein, huérfano voluntario y regularmente provisto de un padre, una madre y una abuela, en la metáfora de una historia ideológica: la del intelectual burgués que, antes de poder pensar la revolución, tiene la tarea histórica de repudiar al padre y la dimensión cultural que el padre significa.

Eeisenstein sólo llegará a la Revolución peldaño a peldaño, después de haber radicalizado, con sus primeras puestas en escena teatrales, la lucha contra el padre, la contestación meramente cultural. Y de la mano de la Revolución, se le presentará el Cine. Aquel cine al que Eisenstein exigía que derrumbara las barreras con las que el pensamiento burgués había delimitado el campo de la actividad estética, al que pedía la superación de la dicotomía entre discurso científico y discurso poético, entre conocimiento y construcción; aquel cine, en fin, potencialmente dotado de una competencia lingüística tan vasta y articulada que le hacía pensar seriamente en la traducción fílmica del Capital de Marx.

Esta es la parte del mejor libro de Sklovski, aparecido recientemente en varios números de la revista soviética Iskusstvo Kino, porque, a través de una correcta valoración de la tara idealista que el intelectualismo de la vanguardia hizo pesar sobre la vinculación establecida por Eisenstein con la revolución, ofrece una clave para llegar a la comprensión de algunos grandes fracasos de toda la elaboración estética de la primera década revolucionaria. Y exactamente sobre estos fracasos convendrá que se detenga quien pretenda ocuparse del problema básico de las vanguardias soviéticas: la relación entre ideología y forma.

ISBN9788433910042
EAN9788433910042
NÚM. DE PÁGINAS202
COLECCIÓNCinemateca Anagrama
CÓDIGOCI 4
TRADUCCIÓNJoaquín Jordá
PUBLICACIÓN01/01/1973
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Viktor Sklovski

Viktor Sklovski

Viktor Slovski, nacido en Petrogrado en 1893, es uno de los literatos más representativos del formalismo ruso, movimiento precursor de las actuales actividades estructuralistas. Su obra ha sido abundantísima e ininterrompuda desde 1914 hasta su muerte, en 1984.

Foto (PDM)