20/10/2023
Empieza a leer 'Troya' de Stephen Fry

 

Troya. El reino más maravilloso del mundo. La joya del Egeo. La rutilante Ilión, la ciudad que se elevó y cayó no una, sino dos veces. Guardiana de las entradas y salidas del bárbaro Oriente. Reino de oro y de caballos. Cuna extrema de profetas, príncipes, héroes, guerreros y poetas. Bajo la protección de ARES, ARTEMISA, APOLO y AFRODITA, se mantuvo durante años como modelo de cuanto se puede lograr en las artes de la guerra y de la paz, del comercio y los tratados, del amor y el arte, en la destreza de gobernar, en la devoción y la armonía civil. Cuando cayó se abrió un agujero en el mundo humano que tal vez nunca llegue a colmarse si no es por medio de la memoria. Los poetas han de cantar su historia una y otra vez, transmitiéndola de generación en generación, si no queremos perder una parte de nosotros mismos con la pérdida de Troya.

 

Para comprender el final de Troya, tenemos que entender su comienzo. El contexto de nuestra historia tiene muchos giros y vueltas. Entran y salen multitud de nombres de sitios, personalidades y familias. No es necesario recordar cada nombre, ni todas las relaciones de sangre y matrimonio, ni todos los reinos y provincias. La historia emerge, y os prometo que los nombres importantes se os quedarán.

 

Todas las cosas, Troya incluida, comienzan y acaban con ZEUS, el rey de los dioses, gobernador del Olimpo, señor del trueno, recolector de nubes y portador de tormentas.

 

Hace mucho, mucho tiempo, casi antes del amanecer de la historia de los mortales, Zeus se casó con Electra, una de las bellas hijas del titán Atlas y de la ninfa del mar Pléyone. Electra le dio a Zeus un hijo, DÁRDANO, que viajó por toda Grecia y las islas del Egeo buscando un lugar donde construir y establecer su propia dinastía. Acabó posándose en la costa jónica. Si nunca habéis visitado Jonia, debéis saber que hablamos del territorio al este del mar Egeo conocido antiguamente como Asia Menor, y que ahora llamamos Anatolia. Allí se encontraban los grandes reinos de Frigia y Lidia, pero ya habían sido ocupados y gobernados, así que Dárdano se estableció en el norte y ocupó la península situada bajo el Helesponto, en cuyos estrechos cayó Hele desde el lomo del carnero de oro. Años después, JASÓN recorrería en barco esas aguas en busca del vellocino del mismo animal. Leandro, loco de amor, las cruzaría a nado por las noches para ver a Hero, su amada.

 

La ciudad que fundó Dárdano se llamó –haciendo gala de poca imaginación y aún menos modestia– Dárdano, mientras que el reino entero llevó el nombre de Dardania. A la muerte del rey fundador gobernó ILO, el mayor de sus tres hijos, pero murió sin descendencia y dejó el trono a su hermano mediano, ERICTONIO.

 

El reinado de Erictonio fue pacífico y próspero. Al socaire del monte Ida, sus territorios se alimentaban de las aguas de los benignos dioses ríos Simois y Escamandro, que bendijeron la tierra de Dardania con una gran fertilidad. Erictonio llegó a ser el hombre más rico del mundo conocido, famoso por sus tres mil yeguas y sus innumerables potros. Bóreas, el viento del norte, adoptó la forma de un semental salvaje y engendró una excelente raza de caballos con la recua de Erictonio. Aquellos potros eran tan ágiles y ligeros que podían galopar a través de los maizales sin doblar una sola espiga. O eso dicen. Caballos y riqueza: cuando hablamos de Troya siempre acabamos hablando de caballos maravillosos y de riquezas sin fin.

 

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Traducción de Rubén Martín Giráldez

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Adam Haberberg

 

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