20/09/2022
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Resumamos en cuatro palabras el pacto social entre los dos estados. Vosotros me necesitáis, porque yo soy rico y vosotros sois pobres; establezcamos, pues, un acuerdo entre nosotros: yo os permitiré que tengáis el honor de servirme, a condición de que me deis lo poco que conserváis a cambio del pesar que me causa el ser vuestro amo.

Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre la economía política (1755)

 

 

  1. CONTRAINTELIGENCIA

 

 

La derrota ideológica es de tal alcance que la izquierda ha llegado incluso a avergonzarse de su propia ideología. Nos han convencido hasta tal extremo de que «ideología» es una palabrota que ya no nos atrevemos siquiera a utilizarla, cuando el valor neurálgico de la ideología, en cambio, lo reconoce hasta el Pentágono.

 

Los marines estudian ideología

 

He aquí lo que leemos en el manual oficial estadounidense de contraguerrilla, The U.S. Army/Marine Corps Counterinsurgency Field Manual, que lleva la firma de los generales David H. Petraeus y James Ames (2007): «Las ideas son un factor motivador [...]. Las guerrillas [insurgencies] reclutan gente y recaban el apoyo popular mediante un llamamiento ideológico [...]. La ideología del movimiento explica a los seguidores sus tribulaciones y ofrece una propuesta de acción para remediar tales sufrimientos. Las ideologías más poderosas se alimentan de la ansiedad emocional latente en la población, como el deseo de justicia, las creencias religiosas, la liberación de la ocupación extranjera. La ideología proporciona un prisma, que incluye un vocabulario y categorías analíticas a través de las cuales se evalúa la situación. De esta manera, la ideología puede moldear la organización y los métodos operativos del movimiento» (1-65). «El mecanismo central a través del cual se expresan y se absorben las ideologías es el relato. Un relato es un esquema organizativo expresado en forma de historia. Los relatos son centrales en la representación de las identidades [...]» (1-66). El manual vuelve en distintas ocasiones a este, en particular en el capítulo sobre la Inteligencia: «La forma cultural más importante para comprender las fuerzas Coin [contrainsurgencia] es el relato [...]. Son los medios mediante los cuales las ideologías se expresan y son absorbidas por los individuos en una sociedad [...]. Al escuchar el relato, las fuerzas Coin pueden identificar el núcleo de los valores clave de la sociedad» (3-51).[1]

Lo más interesante (y desconcertante) es que los generales de los marines que escribieron el Manual retoman, con el lenguaje y la jerga de las ciencias humanas estadounidenses, las dos tesis fundamentales expresadas por el filósofo marxista francés Louis Althusser hace cincuenta años: a) «La ideología es una “representación” de la relación imaginaria de los individuos con sus propias condiciones reales de existencia»; b) «toda ideología tiene como función “constituir” a los individuos en sujetos»[2] (en el caso del Manual, en «sujetos de la insurrección»). El corolario es que, en cualquier caso, llevamos una ideología en nuestro interior, lo queramos o no. Por tal razón nadie puede decir la frase «no soy ideológico». Cuando no te adhieres voluntariamente a una ideología (o a una religión), te adhieres involuntariamente a ella, «respiras» ideología. Y por lo general, la ideología se niega a sí misma como tal, es más, vive de su propia negación y de atribuir ideologismo a todas las demás «representaciones».

De esta forma, mientras incluso los marines tienen que aprender hasta qué punto es importante la ideología, ¡la izquierda occidental se rasga las vestiduras acusando de ideologismo a su propio legado cultural y político!

En cierto sentido, la guerra ideológica desencadenada contra la izquierda, combatida y abrumadoramente ganada en los últimos cincuenta años, puede considerarse precisamente como una forma de counterinsurgency, de reacción a los movimientos de los sesenta. Esta guerra se libró y se ganó en primer lugar en los Estados Unidos.

Lo que sigue no es, por lo tanto, una historia más del aplastante avance de la derecha reaccionaria en los Estados Unidos, una historia ya contada en infinitas ocasiones, y más a menudo centrada en las formaciones en liza que en el campo de batalla, más en los ejércitos que en lo que se pone en juego en la guerra. Nosotros nos concentraremos en cambio en la vertiente ideológica del enfrentamiento y en todo lo que ocurrió en los Estados Unidos, en efecto, pero con una trascendencia global.

El primer atisbo del enfrentamiento corrió a cargo del señor John Merril Olin (1892-1982), propietario de la corporación homónima especializada en industrias químicas y bélicas (sosa cáustica, defoliantes para el ejército y, sobre todo, la marca de armas y municiones Winchester), fundada en Illinois y más tarde asentada en Misuri.

Creada en 1953, la fundación del señor Olin permaneció prácticamente inactiva hasta 1969, año en el que el magnate se indignó ante la foto de militantes negros que irrumpieron –fusiles en mano y cartuchos en bandolera– en el rectorado de la universidad en la que él había estudiado de joven, la Cornell University, en el norte del estado de Nueva York. Recordemos lo que el país norteamericano debía de parecerle a un capitalista en esos años: revueltas en las universidades, rebelión en los guetos negros, la guerra en Vietnam encaminada a una deshonrosa derrota, Bob Kennedy y Martin Luther King asesinados el año anterior. Es comprensible que la foto de la Cornell turbara tanto a John Olin y lo indujera a dotar a su fundación con nuevos medios y a consagrarla a un único objetivo, el de devolver el orden a las universidades.

A diferencia de las demás fundaciones que se conciben para perdurar, John Olin quiso que sus recursos se gastaran en el curso de una generación a partir de su muerte, y de esta manera la fundación se disolvió oficialmente en 2005, aunque no antes de distribuir fondos por más de 370 millones de dólares entre las causas del liberalismo extremo. Este posicionamiento político de extrema derecha supuso una novedad en el mundo de las fundaciones, que hasta entonces se habían dedicado a la beneficencia, a comprar cuadros, a abrir museos, a construir hospitales, a financiar becas o a apoyar la acción del gobierno estadounidense (y de sus servicios secretos) en el propio país y en el extranjero, pero siempre manteniendo una apariencia de neutralidad política, como en el caso de las fundaciones Rockefeller y Ford.

 

Ese fatal memorando de 1971

 

Con todo, la labor de la Fundación Olin fue un fenómeno aislado, por lo menos hasta 1971, o mejor dicho hasta el 23 de agosto de 1971, fecha en la que la historiografía oficial sitúa el inicio de la gran contraofensiva conservadora. Ese día Lewis F. Powell Jr. escribió un memorando confidencial a la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, titulado Ataque al sistema estadounidense de libre empresa.[3]

Powell (1907-1998) era un abogado de Virginia especializado en la defensa de las industrias tabacaleras (fue miembro del consejo de administración de Philip Morris de 1962 a 1971), y, en cuanto tal, convirtió el movimiento en defensa del consumidor de Ralph Nader en su bestia negra. Dos meses después de haber escrito su memorando, Powell fue designado por Richard Nixon como juez del Tribunal Supremo, donde permaneció hasta 1987.

La novedad del memorando es que la tomaba no con los extremistas, sino con los moderados: «No estamos hablando de ataques esporádicos o aislados a cargo de unos relativamente escasos extremistas o incluso de una minoría de cuadros socialistas.» «Las voces más inquietantes que se unen al coro de las críticas provienen de elementos respetables de la sociedad: de los campus, de las universidades, de los púlpitos, los medios de comunicación, las revistas intelectuales y literarias, las artes, las ciencias, los políticos.» «Por mucho que los portavoces de la Nueva Izquierda consigan radicalizar a miles de jóvenes, el principal motivo de preocupación es la hostilidad de los liberales respetables y la influencia de los reformistas. Es la suma total de sus opiniones e influencias lo que podría debilitar y destruir fatalmente el sistema.» (A continuación, sigue «una escalofriante descripción de lo que se enseña en nuestros campus».)

Como ocurre a todos los abusones, a los miembros de la Liga Norte italiana que se sienten víctimas de los inmigrantes a los israelíes que se sienten víctimas de los palestinos, también Powell siente que los empresarios estadounidenses son unas víctimas, rodeadas y en peligro de extinción: «No es exagerado afirmar que, en términos de influencia política respecto a la actividad legislativa y gubernamental, el ejecutivo empresarial estadounidense [American business executive] es verdaderamente el “hombre olvidado”.»

Por lo tanto, los empresarios deben prepararse para algo por lo que según Powell no sienten inclinación: «librar una guerra de guerrillas [guerrilla warfare] contra quienes hacen propaganda contra el sistema, pero tratando insidiosa y constantemente de sabotearlo». Por eso «es fundamental que los portavoces del sistema empresarial sean mucho más agresivos que en el pasado». Y el terreno principal del enfrentamiento son las universidades y las ideas que allí se generan: porque «es el campus la fuente individual más dinámica» del ataque al sistema empresarial. Y porque las ideas que aprenden en la universidad «esos jóvenes brillantes» acabarán poniéndose en práctica «para cambiar el sistema del que se les enseñó a desconfiar», «buscando trabajo en los centros del verdadero poder e influencia de nuestro país: 1) en los nuevos medios de masas, especialmente la televisión; 2) en el gobierno, como miembros del personal o como consultores en distintos niveles; 3) en la política electoral; 4) como profesores y escritores, y 5) en los centros a distintos niveles de instrucción». Y «en muchos casos estos “intelectuales” terminan en agencias de control o en departamentos estatales que ejercen una gran autoridad sobre el sistema empresarial en el que no creen».

Para esta «guerra de guerrillas», William E. Simon (1927-2000), antiguo secretario del Tesoro con Richard Nixon antes de convertirse en presidente de la Fundación Olin, acuñó unos años más tarde el término counter-intellighentsia (tomado de la noción militar de counter-insurgency), porque «las ideas son armas, las únicas armas con las que se puede luchar contra otras ideas».[4]

Para librar esta guerra de guerrillas, afirma Powell, «el empresariado debe aprender la lección que hizo suya hace mucho tiempo el movimiento obrero [...]. Esta lección consiste en que el poder político es necesario; que ese poder debe cultivarse con asiduidad, y que, cuando sea necesario, debe usarse con agresividad y determinación, sin titubeos ni reticencias [...]».

Una vez que se ha establecido que «la fuerza reside en la organización, en una planificación cuidadosa e implementada a largo plazo, en la coherencia de la acción durante un número indefinido de años, en la escala de la financiación disponible solo con un esfuerzo conjunto, y en el poder político que únicamente puede obtenerse mediante la acción unitaria y las organizaciones nacionales», Powell prosigue articulando el objetivo de cómo «reequilibrar» las facultades, a través de la financiación de cursos, departamentos, cátedras, libros de texto, ensayos y revistas; y luego amplía su radio de acción a la educación secundaria, a los medios de comunicación, a la televisión, a la publicidad y a la política, a la justicia para conseguir hacerla más amigable en todos sus niveles hacia los empresarios. En definitiva, delinea una «guerrilla total», una estrategia similar a la de Von Clausewitz aplicada a la reconquista de la hegemonía ideológica.

 

 

[1] D. H. Petraeus, James Ames, FM-324 Counterinsurgency, descargable de https://fas.org/irp/doddir/army/fm3-24fd.pdf, o en versión impresa, The U.S. Army/Marine Corps Counterinsurgency Field Manual, University of Chicago Press, Chicago, 2007.

[2] Louis Althusser, «Idéologie et appareils idéologiques d’État» (1969), en Positions (1964-1975), Éditions Sociales, París, 1976, págs. 67-126. Las citas, en las págs. 101 y 110.

[3] El PDF del memorando puede descargarse de muchas páginas web, por ejemplo, http://www.rachel.org/?q=es/node/3347. Todas las citas que aparecen en los párrafos que siguen han sido extraídas del memorando cuando no se especifica lo contrario.

[4] John J. Miller, A Gift of Freedom: How the John Olin Foundation Changed America, Norton & Co., Nueva York, 2009, pág. 57.

 

 

 

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Traducción de Carlos Gumpert.

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