Chinches

Al igual que en Corazones de oro (publicado también en esta colección), que reveló a Clive Sinclair como uno de los más destacados escritores ingleses de su generación, los escenarios, sucesos y personajes de los relatos de Chinches son a menudo extraordinarios, y se suceden sorprendentes e imaginativas confusiones entre lo fantástico y lo trivial.

Un ángel da clases de danza y levitación en Los Angeles; un imaginario estado judío emerge en Europa central para encarar, una vez más, el problema de Hitler; Mickey Mouse es asesinado en Disneylandia; el primer relato, que da título al libro, es una pesadilla disfrazada de realidad; el último, «Ashkenazia», es un documental que finge ser una fantasía...

En estas historias —pobladas de adúlteros, disidentes, ángeles, feministas, fantasmas, rabinos y fanáticos—, en las que relampaguea un ingenio mortífero y un humor exuberante, Clive Sinclair nos recuerda que los actos ilógicos engendran conclusiones lógicas, que el subconsciente jamás olvida, y nos invita a reir... peligrosamente, ya que a menudo provoca en el lector saludables incertidumbres e inesperados sobresaltos.

«Cuando leí estos relatos pensé en un combinado de lonjas de Woody Allen con albóndigas de Kafka. Otras han dicho que es Borges trufado con Heller, o un filete de Nabokov muy hecho con picadillo de Singer. Los degustadores literarios saben que, cualquiera que sea la receta, los manjares de Clive Sinclair son deliciosamente ultrajantes» (Hugh Hebert, The Guardian).

«Corazones de oro fue muy alabado y se le otorgó el Premio Somerset Maugham 1981. Aquellas historias fueron chocantes "maniobras" en lo que alguien llamó "guerras de estilo", que mezclaban ingeniosamente elementos de Nabokov, Roth, Borges y Singer, entre otros, produciendo paradójicamente algo muy original. Chinches reúne 10 nuevos relatos. En ellos se exhibe igual desconcertante brillantez, humor enloquecido y perfecto control, y confirma que el primer libro no fue sólo un despliegue de pirotecnia que dejase a Sinclair calcinado» (Anthony Thwaite, The Observer).