Días en China
Un profesor ha volado a la China del interior, con su maleta de libros perennes, a enseñar los veinticuatro fonemas y las veintinueve letras del español. Este transeúnte ha tratado a las gentes de la China -lo mismo al político que al ermitaño-, ha subido a sus trenes, se ha embriagado con sus aguardientes y ha escrutado sus bibliotecas de lengua castellana; también ha atendido a sus proverbios: «Cuanto más lejos se va menos se aprende.»
Él ya se figuraba que todo viaje lo es al lugar y los asuntos de donde se procede.
Días en China es la crónica de una prolongada despedida -la sarta de los hombres y mujeres conocidos al paso-, da noticia de una abstracción -la que tiñe los ojos del foráneo, observador antes de la humanidad que de las personas-, revela ese íntimo anhelo de quietud propio del viajero. Quizá estos episodios itinerantes vengan a tratar de las lenguas, de su poso de lecturas y su envés irónico.
Sinopsis
Un profesor ha volado a la China del interior, con su maleta de libros perennes, a enseñar los veinticuatro fonemas y las veintinueve letras del español. Este transeúnte ha tratado a las gentes de la China -lo mismo al político que al ermitaño-, ha subido a sus trenes, se ha embriagado con sus aguardientes y ha escrutado sus bibliotecas de lengua castellana; también ha atendido a sus proverbios: «Cuanto más lejos se va menos se aprende.»
Él ya se figuraba que todo viaje lo es al lugar y los asuntos de donde se procede.
Días en China es la crónica de una prolongada despedida -la sarta de los hombres y mujeres conocidos al paso-, da noticia de una abstracción -la que tiñe los ojos del foráneo, observador antes de la humanidad que de las personas-, revela ese íntimo anhelo de quietud propio del viajero. Quizá estos episodios itinerantes vengan a tratar de las lenguas, de su poso de lecturas y su envés irónico.