Llorenç Villalonga


Llorenç Villalonga (Palma, 1897-1980) vivió los años treinta entre el aficionado a épater le bourgeois —de ahí su divertida novela Mort de dama (1931)—, el gusto por las vanguardias arquitectónicas y el conservadurismo ideológico teñido de Ortega y Spengler. Durante la Guerra Civil —que estalla cuando está a punto de cumplir cuarenta años— viste camisa azul y da charlas radiofónicas contra la República, aunque acaba venciéndose al escepticismo. Letor de los memorialistas del Gran Siglo, de Voltaire, Anatole France y Marcel Proust, la huella afrancesada es una constante en su obra literaria. Cuando aparece Bearn o la sala de les nines (1961), Villalonga se convierte en el gran novelista de la memoria de la literatura catalana y obtiene el Premio de la Crítica. Ya es un hombre mayor y un escritor que ha combinado su oficio con la subdirección del Manicomio de Palma. Asumido el catalán como su única lengua literaria, Villalonga publicó o reeditó quince novelas más, una autobiografía, varias piezas teatrales y algunos libros de relatos. De uno de ellos —El lledoner de la clastra— surgen estos Dos pastiches proustianos.

Foto © Fundació Casa Museu Llorenç Vilallonga

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