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Marxismo y transformación personal

Marxismo y transformación personal

Este 2025 publicamos Nosotros los malditos, de Pau Malvido, una serie de relatos-crónica publicados en su mayoría en la influyente revista Star. A modo de material extendido, compartimos con vosotros un artículo del autor tomado del número 69 de la revista Ajoblanco, publicado originalmente en diciembre de 1994, que da buena cuenta de su capacida de asimilar y entender la contracultura de su tiempo.

21/07/2025

Pau Malvido, seudónimo de Pau Maragall Mira (1948-1994), preclaro hijo de su tiempo, asceta y vanguardista, poeta maldito por propia definición, es también, y sobre todo, un artista que no quiso sucumbir a la tranquilidad de lo convencional. Malvido desplegó a lo largo de su corta pero intensa vida una incesante militancia en muchos de los colectivos más renovadores del difícil tránsito entre los sesenta, los setenta y los ochenta.

Este 2025 publicamos su Nosotros los malditos, planteada como la biografía de un tiempo, que incluye una serie de relatos-crónica publicados en su mayoría en la influyente revista Star durante la segunda mitad de los años setenta.

A modo de material extendido, o como introducción a su escritura, compartimos con vosotros un artículo del autor tomado del número 69 de la revista Ajoblanco, cedido por la familia Maragall, publicada originalmente en diciembre de 1994, que da buena cuenta de su capacida de asimilar y entender la contracultura de su tiempo.

 


 

Ajoblanco / Diciembre 1994

MARXISMO
Y TRANSFORMACIÓN
PERSONAL

Pau Maragall i Mira
Sociólogo

 

De lo colectivo a lo individual. Del marxismo a las técnicas de relajación oriental. Del caos de la comuna al vacío de la soledad. Pau Maragall no quiso irse sin dejar escrito el testimonio de una época y unas vivencias ideológicas que se han convertido en el signo de nuestro tiempo.

Karl Marx creyó que con el advenimiento, mediante la revolución socialista, de una sociedad igualitaria y solidaria, eliminada la propiedad privada de los medios de producción, los protagonistas revolucionarios, la clase obrera y el campesinado, consolidarían nuevos valores personales basados en la solidaridad y la libertad personal. Ese “hombre nuevo” sería dueño de su destino y del destino de la colectividad en la que se insertaba.

Aunque Marx vivió la Comuna de París, no supo captar varios factores condicionantes y decisivos que influirían en la construcción de una sociedad comunista.

1. En primer lugar, el nuevo aparato estatal dominado por los líderes de la revolución que, según Marx, iría desapareciendo en la medida en que “el hombre nuevo” desarrollase su libertad personal y su responsabilidad social, fue degenerando en la URSS. Ese aparato, como dijo Trotsky más tarde, tendía a autorreproducirse formando una nueva clase dirigente (nomenklatura) con privilegios públicos y privados, que iban a marcar una situación diferencial que se distanciaba y se defendía de cualquier intento de modificación. El nuevo estado, la Dictadura del Proletariado, en posesión de la verdad, bloqueó el desarrollo de la evolución de la sociedad hacia la igualdad, la libertad personal y todos los nuevos valores necesarios y deseables para la continuidad revolucionaria del nuevo sistema. El “hombre nuevo” no llegó a desarrollarse a nivel colectivo, y sólo los sectores intelectuales y artísticos actuaron con entera libertad en los primeros años postrevolucionarios (1917-1921).

2. La predicción marxiana de la tendencia del capital a concentrarse en pocas manos, proletarizando a casi toda la sociedad mediante la salarización creciente de la población, se cumple en parte, pero no en la forma prevista. El capital ha sabido crear capas intermedias diferenciadas y diferenciadoras, que amortiguan la contradicción entre el proletariado y el capital. Es más, esos nuevos segmentos, favorecidos por salarios más elevados y un estatus público y social privilegiado, iban a convertirse en trincheras defensoras del capital que les nutre. El incremento de los asalariados del sector terciario o de servicios y la formación de una “aristocracia obrera”, formada por trabajadores industriales con un salario más elevado que el de subsistencia, con empleo fijo, adquisidores de vivienda propia, coche, etc, dividen y enfrentan a los trabajadores, eliminando cualquier gesto de solidaridad con los eventuales, los parados, y todo lo que se ha venido en llamar el Cuarto Mundo.

3. La actual socialdemocracia, heredera de los partidos y sindicatos obreros que apoyaron la “defensa de la patria” a lo largo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se ha convertido en gestora del neocapitalismo, garantizando la desmovilización revolucionaria a cambio de asegurar un cierto grado de bienestar material de los trabajadores. Esa gestión del sistema capitalista mediante el estado del Bienestar, el estado-protector, renuncia a la conciencia autoafirmadora de los valores del “hombre nuevo” definido por Marx. Es más, tanto la socialdemocracia como los partidos comunistas europeos reniegan del marxismo, que es tanto como renunciar a Platón o Newton.

4. En definitiva, la autorrealización del “hombre nuevo” no se da ni en los países comunistas ni en el capitalismo avanzado. El desmoronamiento del comunismo real da lugar a enfrentamientos étnicos, nacionalismos exacerbados, movimientos neonazis, etc. En el “capitalismo social”, los individuos interiorizan hábitos alienantes, individualistas, consumistas... que bloquean su capacidad de adquirir nuevos valores positivizantes, solidarios y autorrealizadores. Se han creado dos “yo” o dos “ego” dentro de cada persona. El “yo” mental, superficial, condicionado y condicionante que actúa perpetuando el bienestar aparente y el malestar real, y el “yo” o el “sí-mismo” que todos poseemos a nivel más o menos inconsciente y que pugna por emerger y eliminar la división cuerpo-mente, persona-naturaleza (C.G. Jung llamaría “inconsciente colectivo”), proporcionando, en cambio, una intuición resolutiva frente a los problemas interiores y exteriores.

Todas las terapias alternativas (yoga, meditación, técnicas de relajación mental, acupuntura, quiromasaje terapéutico, tai-chi...) tienden a poner en evidencia la indivisibilidad cuerpo-mente en ambos sentidos, la unidad del Todo y el hombre. Esa unidad es la que buscan y/o encuentran los que se esfuerzan en escuchar y realizar sus anhelos más íntimos y profundos. Los que así actúan afirman su autenticidad y se caracterizan por una intuición sutil y rápida que advierte peligros y proporciona soluciones positivas, espontaneidad, honestidad, un notable sentido del humor y la irradiación del gozo y de las ganas de vivir plenamente, la modestia y la capacidad de enfrentarse a los problemas que se le plantean sin culpabilidad, con sencillez pero con responsabilidad.

5. Marx, Freud, Jung y Adler fueron contemporáneos. Se han escrito y debatido mucho las complementariedades, contradicciones y fórmulas sincréticas entre marxismo y psicoanálisis. Para Marx, la emancipación y autoconciencia liberadora personal iba estrechamente ligada a la revolución social y política de las clases oprimidas, alienadas por la falta de conciencia de su situación real, condicionada o dominada por la lógica irracional de la búsqueda inmediata de beneficio por parte del capital, al cual el proletario cede una parte del valor real de su trabajo: la plusvalía.

Además, la irracionalidad del sistema productivo capitalista conduce, en Marx, a la alienación colectiva: nadie sabe por qué y para qué trabaja, produciendo medios de producción y bienes de consumo que, a su vez, deberán ser consumidos en parte por la propia clase obrera con el salario de subsistencia establecido por la patronal. El conocimiento de esta realidad por parte de sectores intelectuales y obreros concienciados forma una vanguardia organizada, que intenta aprovechar las movilizaciones reformistas de los trabajadores, para poner en evidencia la existencia de la lucha de clases, motor de la historia, que con el triunfo de la revolución proletaria iba a acceder a una fase elevada y decisiva en la historia de la humanidad: una sociedad igualitaria y colectivista, en la que las personas se autorrealizan, llegando al objetivo “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.

Como hemos visto, este proceso no se da en la URSS ni en ninguno de sus países satélites. Se confirma así que el marxismo interpretado por Lenin y Stalin no sólo renuncia a la esencia de la obra de Marx, sino que llega a reprimir los movimientos de liberación que no cuadren con los intereses políticos de la URSS.

Sin embargo, la derrota de los USA en Vietnam, el mayo del 68 en Francia, el proyecto renovador de Dubceck en Praga, la dinámica rupturista que se desata en España tras la muerte de Franco, replantean nuevas fórmulas de interpretación marxista: el mao-spontex parisino, el surgimiento de partidos maoístas como el PTE y Bandera Roja en España, el crecimiento del trotskismo de la LCR de Krivine en Francia y la LCR y el PORE en España, la nueva política del PCI en Italia, retomando a Togliatti (el pacto histórico) parecen adaptar el marxismo adecuándolo a una nueva situación real. Las aportaciones de Althusser y Poulantzas sobre la “autonomía relativa de la superestructura”, resultado del cocktail marxismo-estructuralismo, intentan ampliar el ámbito interpretativo del marxismo.

Sin embargo, la capacidad integradora de capitalismo avanzado y la fragilidad teórica de las nuevas interpretaciones convergen hacia un nuevo desencanto. El movimiento hippie en los USA, que también se desarrolla en Europa a finales de los sesenta e inicios de los setenta, se nutrió de ex-izquierdistas, antibelicistas opositores a la intervención USA en Vietnam y, en general, de una juventud que cuestiona el “american way of life”, plantea de forma inmediatista y de práctica cotidiana el cultivo de nuevos valores: ecologismo, amor libre, elevación espiritual mediante el consumo de marihuana y LSD, la autonomía de las fuentes de energía (placas solares, energía hidráulica y eólica)… Se divulgan los libros de Alan Watts, Timothy Leary, Kerouac, Ginsberg y las aportaciones de la “New Left” americana.

Con la crisis del capitalismo de 1971, que implicó el recorte de prestaciones sociales, becas, subsidios... y por el consumo de drogas duras, inicialmente rehusadas por el hippismo, llega el descenso y la aparición de sectas, como la de Charles Manson, que desacreditan la esencia del movimiento, que cae en picado pero deja sembrada una semilla que crecerá a lo largo de los años 80 y quizá más en los recientes 90, con la aparición de nuevas corrientes ecopacifistas, la polémica sobre las fuentes de energía nuclear, la mayor libertad sexual, la cuestión de la legalización de las drogas, la nueva moda grunge, la instalación de parejas jóvenes en el campo trabajando en jardinería, restauración de muebles y “masías” abandonadas...

Paralelamente, los valores de la democracia formal se ponen en entredicho, tanto en los países gobernados por el neoliberalismo derechista como en los “Estados del bienestar” administrados por la socialdemocracia. Destacando la ineficacia de la democracia parlamentaria en el Tercer Mundo, surge en México el ejército zapatista, formado por el campesinado indígena, capaz de enfrentarse con éxito al ejército estatal, que reacciona en primera instancia masacrando a guerrilleros y población indígena arbitrariamente, para después mostrar desde el gobierno una actitud dialogante que llega tarde y es poco creíble.

En los países “ricos” y democráticos surgen multitud de problemas “personales” que, en realidad, son también sociales. Estrés, competitividad, consumismo alienado y alienante... son factores de insatisfacción que afloran en forma de enfermedades psicosomáticas: depresiones, absentismo laboral, psicopatías, ansiedad desmesurada...

La actitud del poder, del estado, frente a esos “problemas personales” consiste en enviar al afectado al medio de turno de la Seguridad Social, donde le serán recetados los fármacos correspondientes para obtener la más rápida solución de los síntomas más visibles y la reinserción lo antes posible a su lugar de trabajo.

En los USA, siguiendo el arraigado pragmatismo del poder económico y político, se evalúan estadísticamente los “éxitos” o fracasos de las diversas tendencias terapéuticas, primando las más “eficaces” con su inclusión en las prestaciones sanitarias sufragadas por el Estado. Así se han ido sucediendo diversas tendencias que compiten entre sí para gozar del privilegio de ser la terapia “de moda” en los consultorios privados.

Del conductismo tradicional, en los USA se han diferenciado tendencias orientadas a proporcionar metodologías “seguras” que garanticen la intervención del paciente y conduzcan curaciones positivizantes. El Dr. Bernie Siegel, cirujano partidario de la implicación personal entre médico y paciente para lograr, a través de la enfermedad, el incremento de la calidad de vida del paciente, independientemente de la curación o la persistencia de la enfermedad, se encontró con pacientes que le decían si seguía a Rogers, la “moda” de aquel momento, como garantía o descrédito de su terapia.

En los USA se han desarrollado multitud de terapias y se han publicado libros que prometen el éxito seguro partiendo del esfuerzo personal, siguiendo las fórmulas propugnadas por cada autor. En Europa se mantiene más la herencia del psicoanálisis de Freud y Jung. La llamada “escuela argentina” ha mantenido líneas lacanianas, como la de los seguidores de Oscar Massotta, en Barcelona. Aunque eso no impide la práctica de multitud de terapias importadas, con gran aceptación.

Quizá en este contexto, dadas las corrientes alternativas sociopolíticas y su interrelación con la calidad humana de los que participan en movimientos ecopacifistas, la “Asamblea Popular”, surgida en Barcelona, “Alternativa verde”, Izquierda Alternativa, el antimilitarismo, los movimientos solidarios con el Tercer Mundo, se vaya perfilando un nuevo movimiento social alternativo.

En definitiva, el objetivo de cualquier terapia o desarrollo personal es despertar el amor hacia uno mismo, eliminando la culpabilidad de raíz judeo-cristiana, y la irradiación de positividad en el entorno de cada individuo. Los hijos y nietos del 68 tienen la palabra.

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