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La venganza sangrienta de las hermanas Lisbon

La venganza sangrienta de las hermanas Lisbon

Las hermanas Lisbon, como una única Medusa, cumplen su designio: ningún mortal está a la altura de ellas porque ningún mortal se atrevió realmente a conocerlas, solamente quiso mirarlas.

POR Lucía Lijtmaer
24/07/2025

Cuando Cecilia Lisbon se lanza al vacío y cae sobre la verja que separa su casa del exterior, el mundo entero cambia. O, más bien, su mundo. No solo el de Cecilia, que se acaba de suicidar exitosamente (en su primer intento falló), sino el de sus otras cuatro hermanas y el de todos los demás que las conocen.

Esa es la premisa de Las vírgenes suicidas, un libro magnético, extraño y genial, que en pocas páginas construye el mayor enigma literario de los últimos años. ¿Por qué se suicida Cecilia, y por qué le seguirán el resto de sus hermanas, Lux, Mary, Bonnie y Therese?

Oh, las hermanas Lisbon. Nuestro Gotterdammerung. Nuestra Muerte en Venecia. Esas pálidas adolescentes de dientes perlados, cabellos hechos de saliva de ángel y labios resbaladizos por el pintalabios sabor cereza.

Mediante una voz colectiva, una primera persona del plural, tenemos la primera pista de que estamos ante una transposición contemporánea de una tragedia griega. Es esa voz colectiva, ese coro, compuesto por un grupo de hombres, la que recuerda su antigua adolescencia suburbana cerca de Detroit. Para recordarla, su talismán, su pócima, su magdalena de Proust son las cinco hermanas Lisbon, su particular obsesión. Ese conjunto de hombres, que operan como un banco de peces, todos al unísono, siguen acudiendo años después del terrible suceso a las hermanas, a su enigmática belleza, sus distintas personalidades, y lo que sucedió después del terrible acto de Cecilia.

Recordemos que en una tragedia griega, toda acción que sucede al principio es un presagio. Es decir, una señal de lo que está por venir.

Las vírgenes suicidas trata el enigma de las hermanas Lisbon a partir de la fascinación de ese coro griego de cuarentones que las ha idealizado, como han idealizado su propia adolescencia. Todo parecía fácil en el suburbio lleno de casas con vallas blancas y jardines impolutos. Solo había que crecer y prosperar, como manda el sueño americano. La abundancia futura y la felicidad se presuponen en una comunidad fundamentada en los sólidos pilares del capitalismo, la libertad individual y el progreso. Es decir, todo futuro tiene que ser, por puro designio social, mejor que lo ya vivido. Todo lo bueno está por venir. Es por eso que las muertes de las hermanas Lisbon no tienen sentido, son un error del sistema. Y por tanto, no son posibles. Pero ahí están ellas, inequívocamente muertas, como un reguero de imposibilidades posibles, unas muertes que contra todo relato social, suceden.

A medida que avanzamos en el libro, las preguntas se vuelven más y más punzantes, como el dolor de las hermanas. Tras la muerte de Cecilia, y antes de que sucedan las demás, Lux, ese rayo de luz erótico en la mente de los muchachos que ya no lo son, transgrede las reglas marcadas por los padres, escapa por un pequeño resquicio, y como cualquier cabritilla díscola, debe ser castigada. Y ahí se acaban las pocas ocasiones que tienen para divertirse el ramillete de hermanas Lisbon. La madre, autoritaria y ultrareligiosa, les impone desde entonces una vigilancia mucho más estricta. A partir de ese momento, les impide salir de casa y relacionarse con el exterior para siempre.

Acaba la parte luminosa de la fábula y pasamos de la idealización a algo mucho más oscuro y ponzoñoso. Las muchachas han sido romantizadas, exotizadas por el recuerdo de esos antiguos adolescentes que las reviven y atesoran en su mente, pero a partir de ahora ya no estamos únicamente ante un relato nostálgico, sino ante una fábula gótica. Hay cuatro vestales encerradas en una casa que cada vez está más dejada. Las ventanas se vuelven parduzcas por la acumulación de polvo y el jardín se llena de hojas secas. Iniciamos el tránsito hacia la pesadilla. Y las preguntas se suceden: ¿por qué nadie hace nada? ¿Qué oscuro secreto guarda esa madre/bruja que asfixia a sus hijas?

El enigma de las hermanas Lisbon es tan enorme y desquiciante que no deja respirar a nadie. Ellas, como la mitología griega, se convierten en esfinges: no hablan, pero encierran un acertijo. Y pueden matar al que no lo descifre. La venganza de las Lisbon es, precisamente, su silencio.

Pero las hermanas Lisbon hablan, a su manera. Oh, las hermanas Lisbon. Ojos del color de las estrellas y bocas que jamás serán besadas. El cuento de hadas se llena de espinas a la manera contemporánea: cerca de la localidad hay un vertido tóxico que puede estar envenenándolo todo. El hedor que desprende alcanza a este suburbio, y representa la ponzoña social de toda una sociedad que no hace nada ante las muchachas encerradas, que han dejado de ir al colegio, que han dejado de relacionarse con el mundo. Son ya mariposas atrapadas por un ámbar viscoso que las aprisiona para siempre. Jeffrey Eugenides situó a Las vírgenes suicidas en su localidad natal, Grosse Pointe, un suburbio de Michigan que perdió muchísima población en las últimas décadas de crisis económicas. Las hermanas Lisbon son también una metáfora de la decadencia, de la podredumbre, de un final.

Sí, el final. Para el que insista en intentar entender el por qué de la muerte de las hermanas Lisbon, no está de más recordar que el coro griego es de todo menos fiable. Este narrador colectivo no es tan distinto a los adultos. Las controla, busca verlas desnudas, inspecciona su ropa interior. Y a cada intento de objetualización por parte de esos adolescentes, ellas devuelven la acción con violencia. Cuando uno de ellos intenta espiar a Cecilia en la ducha, la encuentra cortándose las venas en la bañera. Cuando ellos demuestran no estar realmente interesados en las chicas, sino en la fantasía que representan, asestan su golpe maestro: les hacen creer que son unas damiselas en apuros que quieren huir con ellos y se suicidan con ellos dentro de la casa. El narrador pasa a ser presa del horror de la fábula.

Las hermanas Lisbon, como una única Medusa, cumplen su designio: ningún mortal está a la altura de ellas porque ningún mortal se atrevió realmente a conocerlas, solamente quiso mirarlas. Chúpate esa, cuarentón traumatizado que sigues suspirando por una adolescente de tu pasado.

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COMENTARIOS
Eli - 04/09/2025
jasjaj el final.. eres la mejor lucia <3