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Amantes imaginarios, amigos, hijos, hermanos menores, esclavos, dioses

Amantes imaginarios, amigos, hijos, hermanos menores, esclavos, dioses

Invitamos a Mariana Enriquez a que nos hable sobre el autor que ha supuesto su mayor inspiración: "Dennis Cooper me enseñó sobre la honestidad en la ficción"

POR Mariana Enriquez
09/10/2025

Leerlo por primera vez fue un impacto desconocido. Encontré a Dennis Cooper en Contacto. Yo tenía poco más de 20 años. Era el primero del ciclo de George Miles, amigo y amante juvenil del autor, dato que no tenía en ese momento. George, el no-protagonista, el centro vacío del libro, es un adolescente gay y adicto cuyo cuerpo está a merced de quienes lo rodean.

Sometido sexualmente, violentado, pintado, amado, comprado: es un objeto, está más muerto que una cosa. No me ofendió: en aquellos años, ofenderse no era una reacción normal ante un libro, en todo caso se decía “no me gusta” o “es repugnante”, y solía leerse igual. Lo encontré repulsivo y fascinante y, enseguida, me compré Cacheo, una traducción muy rara, al menos para mí que hablo y escribo en español rioplatense, del título Frisk.

Esta novela, la segunda del ciclo de George Miles, fue una revelación tan importante que me llevó a la escritura, como suele ocurrir cuando un texto impresiona de verdad, no desde el gusto o el placer, sino desde una emoción visceral, desde el cuerpo. Sentí que veía a Dennis Cooper y en ese verlo, yo misma me reflejaba.

Lo que el espejo me devolvía no tenía que ver con buenas intenciones o sentimientos, quizá si con la belleza, que siempre es satánica, como sabía Baudelaire. Dennis, el protagonista, queda marcado para siempre –en lo traumático y en lo erótico-- por fotos snuff de un adolescente, de un hermoso chico muerto. Eran años de una leyenda urbana que resultó real, la de la foto de River Phoenix en su ataúd, durante el funeral. La foto existe. En aquella época se la observaba en secreto y en silencio.

Dennis Cooper escribía sobre la erotización de la muerte violenta y decía que los cuerpos humanos eran "semejantes bolsas de basura". Fue uno de los primeros libros, o el primero quizá, que me desorientó y me desestabilizó. Leerlo fue transformador. Me hizo sentir incómoda y libre al mismo tiempo. Recuerdo una frase en especial, decía que a un personaje le gustaba jugar con los intestinos de un chico asesinado "como un pirata con doblones de oro", o algo por el estilo, cito de memoria. La agresión y la confrontación era obvia: me tranquilizó en cuanto a mis propias fantasías oscuras, podía contarlas, podía decirlas en una página, existían.

Una reseña del 'New York Times' advertía  que los libros de Cooper "en otro país o en otra era circularían en secreto, en ediciones clandestinas que amigos y fans se compartirían, saboréandolos como ajenjo prohibido… Esta es literatura de alto riesgo". Y lo es, porque cuestiona. ¿Por qué es una verdad del buen gusto que ser gratuito es grosero, está mal, es despreciable? ¿Por qué la exploración de la crueldad y el tabú debe hacerse con cuidado? ¿Por qué un escritor debe tener opiniones bonachonas e iluminadoras sobre las cuestiones del mundo, por qué no puede ser un obsesivo sin intenciones de frases célebres ni Nobel ni enseñanzas de vida? Dennis Cooper además era (es) punk y cercano.

Su maravilloso blog, que tuvo muchas encarnaciones, fue cerrado por las nueva policía de internet –le pertenecía a los años salvajes de fines de los ‘90 y principios de los 00’s, antes de la uniformidad de las redes sociales-- era una continuación de su literatura. Hablaba con sus lectores y publicaba avisos de jóvenes prostitutos, ¿reales o de ficción? No era importante. Como Bataille, como Poe, Cooper conversa con el sexo y la mortalidad. El blog sigue existiendo en una encarnación nueva: se llama DC’s. Ignoro si recuperó todo el material borrado, porque no lo sigo de cerca. Postea a diario. La compulsión no es del todo compatible con la vida cotidiana.

Hace poco volví a leer cuentos como Berenice y Ligeia de Edgar Allan Poe. Son viles. La obsesión por los dientes y las sonrisas, la hipersensibilidad auditiva, la glorificación de la locura y el aire del crimen. La vivificación de un cadaver poseído y el evidente placer con el que Poe describe la agonía -también lo hace en El caso del señor Valdemar-, es de una perversión provocadora. Es ese tipo de excesos maravillosos que cada vez se arrojan más al margen. Fin de la digresión.

El tercer libro de Cooper, en orden, fue Try, o Tentativa, pero a este lo leí en inglés. La idea del adolescente que hace un fanzine-revista sobre chicos abusados sexualmente, a partir de su propia experiencia, me resultó de una ternura infinita. Mi edición es de 1994, pero no sé si lo compré ese año. Quería leerlo en el idioma original porque necesitaba conocer de verdad su estilo, su fraseo, cómo hablaban sus titubeantes personajes. Ziggy, el protagonista, es una maravilla, tan dulce, lleno de dudas, tratando de sobrevivir. La novela es una pesadilla iluminada por esta estrella que, por supuesto, lleva el nombre del alien de David Bowie.

Le siguió Guide, de mis favoritas, con ese grupo de amigos desencantados, tomando ácido en busca de sentido. La cita de apertura era de Rimbaud: "¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín?" Tanta esperanza y tanto misterio. Tengo subrayado este párrafo, que traduzco como puedo: "Para Mason, una especie particular de belleza lo es todo. No existe en el mundo, pero ciertos actores y estrellas de rock se le acercan bastante. Por eso su arte usa collages que son como restos de formas humanas, cada miembro recortado o arrancado de una foto o una revista, después pegado sobre un papel blanco y alineado con fragmentos complementarios en constelaciones Frankenstein, fragmentarias y dolorosas… Su arte es sobre su soledad, punto, más allá de que los coleccionistas o críticos lo entiendan o no. Está construyendo amantes imaginarios, amigos, hijos, hermanos menores, esclavos, dioses. Es algo vagamente tenebroso, pero significa toneladas para él, a diferencia de lo que siente por sus verdaderos amigos y conocidos".

Dennis Cooper me enseñó sobre la honestidad en la ficción, que no tiene por qué trasladarse a la vida real, pero seré honesta. Podría firmar este párrafo. Yo también construyo compañía. Y el resultado es oscuro porque ese tipo de soledad es como nacer y vivir en un lugar que nunca será tu hogar.

Por un tiempo pensé que Cooper no volvería a impactarme, que ya no volvería a decir “esto fue demasiado lejos, esto es demencial”. Lo hizo, sin embargo. Volvió a ocurrirme con The Sluts, de 2004. La forma de la novela me deslumbró: la verdad en pedazos y construida con el más frío y más sincero de los intercambios, los perfiles online. Ahí donde el cuerpo y la experiencia se mide. Cuánto de alto, tamaño de genitales, color de piel, pasivo, activo, nombres falsos, ratings. El cuerpo como consumo, el cuerpo mutilado con el que cargamos. Con narrativas mitológicas y mentirosas alrededor de un joven escort, The Sluts suele ser insoportable, porque da en el corazón de la deshumanización del anonimato y la mentira. La identidad deshilachada provoca más miedo que la necrofilia y la tortura. Es un libro de terror, por supuesto.

Soy una coleccionista de Cooper. Tengo sus cuentos y novelas cortas y novelas gráficas. Vi Jerk, la película de Gisele Vienne, colaboradora de Cooper –que vive en Francia-- en una trasnoche del festival de Sitges y tuve que volver caminando al hotel aterrada, no por miedo a ese asesino que, en pantalla, juega con títeres, sino porque había visto algo malsano que me recordaba lo malsano en cada uno de nosotros. En 2019 vi, en una sala del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires 'Last Spring: A Prequel', una instalación de muñecos púberes y adolescentes que pone en escena a un chico, personificado por un muñeco robótico, en diálogo esquizofrénico con una marioneta. El texto, traducido por Rafael Spregelburd, era brutal. Lo conseguí poco después.

Hace un año, cuando estaba en Australia, visité una extraordinaria librería de usados y viejos en Sydney. En la sección de poesía di con el inconseguible, en físico al menos, poemario de Dennis Cooper que se titula, correctamente, Idols. Es de 1989 y tiene una tapa horrible, una foto de algún sub-Mapplethorpe de hombre musculoso porno gay en culo, es decir, lo que no le gusta a Cooper, obsesivo de los lánguidos delgados débiles. Mi poema favorito es sobre un chico ahogado, que una niña encuentra accidentalmente cuando va a nadar. Dice: "Cuando los hombres sacan a Eric del lago/ el agua lo acompaña, como un vestido largo".

Es tan generoso Dennis Cooper. Te permite ver lo que quiere esconder. Te invita al corazón de su deseo, donde la muerte tiene dominio. No siento que lo haga para provocar -¡eso no sería malo, sin embargo!- sino con una enorme inocencia, como la de Rimbaud. Es alguien sorprendido de ser humano que pregunta ¿a quién le pasa lo mismo? Y hace señas con la mano. O, quizá, se ahoga.

 

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