26/02/2020
Empieza a leer 'Testo yonqui' de Paul B. Preciado

Je vis dans un monde où plein de choses que je pensais impossibles sont possibles.

GUILLAUME DUSTAN

Vos, quod milia multa basiorum

Legistis, male me marem putatis?

Pedicabo ego uso et irrumabo.

CATULO

INTRODUCCIÓN

Este libro no es una autoficción. Se trata de un protocolo de intoxicación voluntaria a base de testosterona sintética que concierne al cuerpo y los afectos de B. P. Es un ensayo corporal. Una ficción, es cierto. En todo caso, y si fuera necesario llevar las cosas al extremo, una ficción autopolítica o una autoteoría. Durante el tiempo que dura este ensayo suceden dos mutaciones externas en el contexto próximo del cuerpo experimental, cuyo impacto no había sido calculado, ni hubiera podido computarse como parte de este estudio, pero que constituyen los dos límites en torno a los cuales se adhiere la escritura: primero, la muerte de G. D., condensado humano de una época que se desvanece, ídolo y último representante francés de una forma de insurrección sexual a través de la escritura; y, casi simultáneamente, el tropismo del cuerpo de B. P. hacia el cuerpo de V. D., ocasión irrenunciable de perfección y de ruina. Se registran aquí tanto las micromutaciones fisiológicas y políticas provocadas por la testosterona en el cuerpo de B. P. como las modificaciones teóricas y físicas suscitadas en ese cuerpo por la pérdida, el deseo, la exaltación, el fracaso o la renuncia. No me interesan aquí mis sentimientos, en tanto que míos, pertenecientes a mí y a nadie más que a mí. No me interesa lo que de individual hay en ellos, sino cómo son atravesados por lo que no es mío. Por aquello que emana de la historia del planeta, de la evolución de las especies vivas, de los flujos económicos, de los residuos de las innovaciones tecnológicas, de la preparación de las guerras, del tráfico de esclavos y de mercancías, de las instituciones penitenciarias y de represión, de las redes de comunicación y vigilancia, de la producción de jerarquías, del encadenamiento aleatorio de técnicas y de grupos de opinión, de la transformación bioquímica de la sensibilidad, de la producción y la distribución de imágenes pornográficas. Para algunos, este texto podrá hacer las veces de un manual de bioterrorismo de género a escala molecular. Para otros será simplemente un punto en una cartografía de la extinción. No hay conclusión definitiva acerca de la verdad de mi sexo, ni profecía sobre el mundo por venir. Expongo al lector estas páginas que relatan los cruces de teorías, moléculas y afectos para dejar una huella de una experiencia política cuya duración exacta fue de doscientos treinta y seis días y noches y que continúa hoy bajo otras formas. Si el lector encuentra dispuestos aquí, sin solución de continuidad, reflexiones filosóficas, narraciones de sesiones de administración de hormonas y relatos detallados de prácticas sexuales es simplemente porque este es el modo en el que se construye y se deconstruye la subjetividad.

 

QUESTION: Si vous pouviez voir un documentaire sur un philosophe,

sur Heidegger, Kant ou Hegel, qu’est-ce que vous désiriez voir dedans?

RÉPONSE DE JACQUES DERRIDA: Qu’ils parlent de leur vie sexuelle...

You want a quick answer? Leur vie sexuelle.

 

1. TU MUERTE

El 5 de octubre Tim me anuncia tu muerte llorando. Tim te quiere, aunque tú ni siquiera lo tratabas con generosidad en tus últimos libros. C’est William, me dice. Llora y repite: C’est William, c’est William. Lo han encontrado muerto en su nuevo apartamento de París. No se sabe. Ha sido hace dos días, el 3. No se sabe.

Nadie se ha enterado de tu muerte hasta ahora. Te has podrido durante dos días en la misma posición en la que caíste muerto. Es mejor así. Nadie ha venido a molestarte. Te han dejado a solas con tu cuerpo, el tiempo suficiente para abandonar toda esta miseria en calma. Lloro con Tim. No puede ser. Cuelgo y lo primero que hago es llamar a V. D. No sé por qué. Nos hemos visto dos veces. Una a solas. Eres tú el que me empuja a marcar su número. Tú escuchas nuestra conversación. Tu espíritu se estira hasta formar un vaho electromagnético por el que corren nuestras palabras. Tu fantasma es un cable que transmite nuestras voces. Mientras hablamos de tu muerte, su voz me despierta la vida dentro. Le plus fort c’est sa voix, je crois, decías tú. No me atrevo a llorar mientras hablo con ella. Cuelgo y lloro entonces a solas, porque no has querido seguir viviendo y porque, como decía tu padrastro, «un poeta muerto ya no escribe más».

Ese mismo día, unas horas más tarde, me aplico sobre la piel una dosis de cincuenta miligramos de Testogel para empezar a escribir este libro. No es la primera vez. Esa es mi dosis regular. Las cadenas de carbono O-H3C-H3C-OH fluyen gradualmente desde mi epidermis hacia las capas internas de mi piel, hasta los vasos sanguíneos, las glándulas, las terminaciones nerviosas. No tomo testosterona para convertirme en un hombre, ni siquiera para transexualizar mi cuerpo, simplemente para traicionar lo que la sociedad ha querido hacer de mí, para escribir, para follar, para sentir una forma pospornográfica de placer, para añadir una prótesis molecular a mi identidad transgénero low-tech hecha de dildos, textos e imágenes en movimiento, para vengar tu muerte.

 

Vídeopenetración

I would rather go blind than to see you walk away.

ETTA JAMES

20:35 horas. Tu espíritu entra por la ventana y oscurece la habitación. Enciendo todas las luces. Meto una cinta virgen en la cámara de vídeo y la coloco sobre el trípode. Inspecciono el cuadro. La imagen es lisa, el cuadro simétrico, el sofá de cuero negro dibuja una línea horizontal en la parte baja del cuadro. El muro blanco avanza ligeramente sobre esa línea, pero sin crear relieve. Play. Me dirijo al sofá. He dejado en una mesa baja, fuera del cuadro filmado, una máquina de afeitar eléctrica, un espejo pequeño, una hoja de papel blanca, una bolsa de plástico, un bote de cola hipoalergénica para uso facial, una dosis de cincuenta miligramos de testosterona en gel, un bote de lubricante, un gel dilatador anal, un cinturón polla con un dildo realista de caucho 24 por 6, un dildo realista negro de caucho 25 por 6, otro dildo ergonómico negro de silicona 14 por 2, una maquinilla y crema de afeitar, una palangana de plástico con agua, una toalla blanca y un libro tuyo, tu primer libro, el sublime, el principio y el final de todo. Entro en el cuadro. Me desnudo, pero no completamente. Guardo solo una camiseta de tirantes negra. Como para una operación quirúrgica, expongo únicamente los órganos que se verán afectados por el instrumento. Tiro del pie del espejo y lo coloco sobre la mesa. Enchufo la máquina de afeitar eléctrica. Oigo su ruido agudo, chillón –una voz de niño cibernético que quiere escapar del motor escupe a la cara del pasado–. Gradúo las cuchillas hasta que están a un centímetro. Tu espíritu hace una señal discreta de aprobación. Me siento en el sofá, miro como la mitad de mi cara entra en el espejo: tengo el pelo corto y oscuro, las lentillas dibujan una aureola fina alrededor del iris, mi piel es irregular, a veces muy blanca, a veces salpicada de brillos rosados. El espejo recorta un trozo de mi rostro, sin expresión, sin centro. He sido asignada mujer, pero ese hecho no se aprecia en la imagen parcial del espejo. Comienzo a afeitarme la cabeza, de adelante hacia atrás, desde el centro hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Me inclino sobre la mesa que recoge el pelo mientras cae. Abro la bolsa de plástico junto a la mesa y hago que el pelo cortado se deslice hasta caer dentro. Apago la máquina y vuelvo a graduar las cuchillas al cero. Coloco una hoja de papel blanco sobre la mesa. Vuelvo a encender la máquina y me la paso de nuevo por toda la cabeza. Sobre el papel blanco cae una lluvia de pelos cortos, muy finos. Cuando la cabeza está lisa, desenchufo la máquina. Pliego la hoja de papel en dos de modo que los pelos se precipitan hacia el centro formando una línea uniforme. Dibujan una línea de cocaína negra. Me hago una raya de pelo. Es casi el mismo high. Abro el bote de cola y esbozo con el pincel húmedo un trazo sobre mi labio superior. Cojo una línea de pelo entre los dedos y la coloco sobre ese trazo hasta que queda perfectamente pegada a la piel de mi cara. Bigote de marica. Me miro en el espejo. Mi mismo ojo, con la misma aureola en torno al iris, está enmarcado ahora por un bigote. El mismo rostro, la misma piel. Idéntico e irreconocible. Miro a la cámara, levanto el labio dejando mis dientes al descubierto como hacías tú. Ese es tu gesto.

 

* * *

 

Testo yonqui

 

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