04/03/2024
Empieza a leer 'Obedecedario patriarcal' de Sara Berbel Sánchez y Bernat Castany Prado

 

Cada uno de nosotros es responsable
por todo y por cada ser humano.
SIMONE DE BEAUVOIR
El segundo sexo, 1949

No nos es dado elegir si ser felices o infelices,
pero es preciso elegir no ser diabólicamente infelices.
NATALIA GINZBURG
Las pequeñas virtudes, 1962

 

PRESENTACIÓN

 

§ FEMINISTENCIA. A los sistemas de dominación les gusta, como a los depredadores, confundirse con la naturaleza. Primero, porque los vuelve invisibles al presentarse como lo que hay, y no podría ser de otro modo. Segundo, porque los vuelve intocables, pues nadie en su sano juicio querría ir en contra de los dictados de la naturaleza. Y, tercero, porque justifica la represión de todo aquel que esté tan loco como para intentar modificarlos.
Pero ningún sistema de dominación ha sabido vestir con tanta habilidad la capa de invisibilidad de lo natural como aquel que nos resignamos a llamar «patriarcado». De hecho, que no le hayamos encontrado un nombre que nos satisfaga a todos es una prueba más de su invisibilidad ideológica. No es extraño, pues, que este haya logrado evitar los grandes movimientos de emancipación, como el Renacimiento, la Ilustración o el Republicanismo, que, a pesar de asegurar que luchaban por la libertad de todo el género humano, desatendieron el hecho de que la mitad del planeta no gozase de los mismos derechos ni oportunidades.
Y esto sigue sucediendo en la actualidad, ya que muchos consideran que el feminismo debería contentarse con lo que ya ha conseguido. Aunque basta con arrojar una mirada sobre la situación actual para comprender que el sistema de dominación patriarcal sigue vigente, pues, gracias a su capacidad para adaptarse a los cambios sociales, los mandatos patriarcales siguen limitando la libertad intelectual, física, existencial y política de las mujeres sobre todo, pero también de los hombres. De ahí la necesidad de una «feministencia», de una resistencia feminista global.
Por eso el objetivo de este libro es lanzar un cubo de pintura sobre los tentáculos invisibles del patriarcado con el fin de visibilizarlos y subvertirlos. Pero no queremos limitarnos a describir sus mandatos, sino que también queremos urdir un conjunto de estrategias de desobediencia colectiva que, corregidas y ampliadas por quienes nos lean, nos permitan desinstalar de nuestras mentes el programa de dominación patriarcal para que seamos más iguales y más libres. Queremos dejar claro, desde un inicio, que no concebimos el feminismo como la lucha de un grupo de interés contra otro grupo de interés, sino como parte de un esfuerzo común por apuntalar nuestras democracias, que no podremos considerar plenamente desarrolladas mientras la igualdad entre hombres y mujeres no se haga efectiva. Una lucha, por cierto, que además de contrarrestar el patriarcado, también pretende oponerse al capitalismo salvaje que tan bien cabalga a sus lomos.
Y como es una lucha común, resulta imprescindible que todas las personas participemos en ella y sintamos que nos beneficia. Este es el motivo fundamental por el que una psicóloga social y un filósofo, con conocimientos y experiencias diferentes, hemos decidido escribir conjuntamente este manual de desobediencia.

§ EL OBEDECEDARIO. Entre los muchos mecanismos a los que recurren todos los sistemas de dominación con el objetivo de ejercer y conservar el poder se hallan los mandatos, que son aquellos preceptos, explícitos o implícitos, con los que se intenta programar a las personas para que piensen y actúen según la ideología dominante. El patriarcado, que es uno de los más antiguos y persistentes sistemas de dominación social, posee su propia estructura de mandatos, con la que les impone a mujeres y a hombres formas muy diferentes de ser y de actuar. A ellas las quiere sumisas, pasivas, asustadizas y dependientes; a ellos, activos, agresivos, orgullosos e independientes, y a todos, obedientes a unas reglas que les arrebatan –de formas diferentes, sí, pero igualmente debilitadoras– la libertad sobre sus cuerpos y sus vidas. Ellos mueren en las guerras y se desgastan respondiendo a una idea de masculinidad que les limita y aísla; ellas languidecen en una especie de esclavitud física y psicológica, y sufren, a veces inconscientemente, por no poder desarrollar todas sus potencias.
Hemos recurrido a la filosofía y a la psicología social para elaborar un sistema que nos permita reconocer y combatir mejor los mandatos patriarcales, y los hemos estructurado en un «obedecedario», que todo hombre y toda mujer aprenden de memoria desde su más tierna infancia. Al estar inscritos en lo más íntimo de nuestra psique, estos mandatos causan un enorme sufrimiento, sobre todo a las mujeres, sin duda, pero también a los hombres. Y a pesar de que todos ellos conforman un sistema dinámico, que cambia a lo largo de las épocas con el objetivo de conservar el poder, hemos intentado describir los que nos han parecido más importantes y permanentes.
Para construir nuestro obedecedario, nos hemos inspirado en los cuatro momentos básicos que manejaba la filosofía clásica: la cognoscitiva, que se refiere a los modos y límites del conocimiento; la ontología, que versa sobre la naturaleza general del mundo y nuestro modo de inscribirnos en ella; la ética, que trata sobre la forma en que podemos acceder a la felicidad, entendida no solo en términos materiales e individuales, sino también espirituales y colectivos; y, como culminación, la política, que se pregunta acerca del mejor modo de organizar una convivencia pacífica, justa, libre y feliz. Estos cuatro momentos constituyen un esquema omniabarcador y orgánico, gracias al cual podemos analizar y desmontar cualquier tipo de mentalidad en general, y la mentalidad patriarcal en particular.
Por otra parte, hemos recurrido a la psicología para analizar los efectos colectivos de los mandatos, las disonancias existentes entre el imaginario y la realidad, la socialización diferencial que nos condiciona, la simbología que nos constituye, los prejuicios que rigen nuestros comportamientos, los automatismos que todos repetimos, confundiéndolos con nuestras opiniones individuales, y las estrategias que podemos desarrollar para librarnos de ellos.
El obedecedario que las mujeres aprenden desde niñas les impone una forma debilitante de saber, de ser, de vivir y de convivir. Y dice así:

Otorga, esto es, duda de tu criterio, niégate toda autoridad, resígnate a ser más sentimental que racional, siéntete menos inteligente o preparada, y por lo tanto escucha, cede y obedece.
Bórrate, esto es, no salgas ni te expongas al mundo; enciérrate en tu casa, en tu familia, en tu país, y teme a la realidad, que verás como una mole inmensa y coriácea frente a la cual lo único que puedes hacer es adaptarte y resignarte, mientras el mundo te pasa por encima como una avalancha.
Disminúyete, esto es, sufre mucho, goza poco, renuncia a tu libertad, siéntete débil, ten miedo, vive para otros y concibe la bondad en términos de sacrificio y subordinación, no de ejercicio compartido de las potencias y búsqueda en común de la justicia.
Claudica, esto es, cede, obedece, calla, no discutas, no te reúnas, no busques fuera del hogar amistades con las que puedas crear un sentido y una acción diferentes, y no participes en la arena pública.

 

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TÍTULO

 

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