13/10/2022
Empieza a leer 'Nací', de Georges Perec

 

NACÍ

 

7.IX.70

Carros

 

Nací el 7.3.36. ¿Cuántas decenas o centenares de veces he escrito esta frase? No lo sé. Solo sé que comencé bastante pronto, mucho antes de que tomaran forma los proyectos de una autobiografía que luego sería materia para una mala novela titulada J’avance masqué [Avanzo enmascarado] y de un relato igual de malo (que no era más que una mala remodelación del anterior) titulado «Gradus ad Parnassum».

Lo primero que observamos es que se trata de una frase completa, que forma un todo. Sería difícil imaginar un texto que comenzase así: Nací.

En cambio, uno puede detenerse en la fecha indicada.

Nací el 7 de marzo de 1936. Punto final. Es lo que hago desde hace meses. ¡De hecho, es lo que sigo haciendo hoy, treinta y cuatro años y medio después! Lo normal es ir más allá, pues se trata de un hermoso comienzo que exige ciertas precisiones, muchas precisiones, toda una historia.

Nací el 25 de diciembre de 0000. Mi padre, según dicen, era un simple carpintero. Poco después de mi nacimiento, los gentiles dejaron de serlo y tuvimos que refugiarnos en Egipto. Así fue como descubrí que era judío y en esas circunstancias dramáticas hay que ver el origen de mi firme decisión de no seguir siéndolo. Ya conocen el resto...

La casi imposibilidad de continuar más allá de ese «Nací el 7.3.36» constituyó, tal y como lo veo ahora, la sustancia de los libros que he evocado antes: en J’avance masqué el narrador contaba su vida al menos tres veces seguidas, siendo cada narración tan falsa como las otras («una confesión escrita siempre es mentirosa»: por aquella época me alimentaba de Svevo), pero quizá significativamente diferente.

La cuestión no resulta ser «¿por qué seguir?», ni «¿por qué no consigo seguir?» (contestaré a estas preguntas en la tercera parte), sino «¿cómo seguir?».

El caso es que estoy otra vez en el punto de partida. Nací el 7.3.36. De acuerdo. Enciendo un cigarrillo, doy una vuelta alrededor de la piscina sin intención de bañarme, hojeo varios libros en busca de un comienzo ejemplar (Nací el...) hasta que doy con Too strong for fantasy, una autobiografía de Marcia Davenport de la que solo sé que habla de música y de Checoslovaquia; contiene fotos y un índice. Voy a leerla más detenidamente. También hojeo el diario de Ana Frank (nada demasiado aprovechable), los dos artículos de Elmer Luchterhand sobre los comportamientos sociales en los campos de concentración (he pedido unas separatas al laboratorio). O bien hago un solitario, aporreo el piano semidesmontado (es decir, directamente sobre las cuerdas), echo un vistazo a un France-Soir atrasado, me afeito, me sirvo un poco de cerveza, etcétera (morderse una uña, arrancarse las uñas de los pies, caminar de un lado a otro).

O bien, evidentemente, el más sutil (?) de los alardes: haber escrito ya tres páginas de este cuaderno que interrumpo...

O bien hay una continuación, o bien no la hay...

O bien hay una continuación que se pueda contar, o bien no la hay.

Insistamos en el tópico: ¿qué?, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿por qué?

¿Qué? Nací.

¿Quién? Yo.

¿Cuándo? El 7 de marzo de 1936.

¿Más exactamente? No sé la hora; tendría (tendré) que mirar mi partida de nacimiento. Digamos a las nueve de la noche. Tendré que ir también a la Biblioteca Nacional a consultar algunos periódicos de aquel día y mirar qué sucedió. He creído durante mucho tiempo que el 7 de marzo de 1936 fue cuando Hitler entró en Polonia. O me confundo de fecha o me confundo de país. Quizá sea el 39 (no lo creo) o quizá Checoslovaquia (¿plausible?) o Austria. Los Sudetes, Anschluss o Danzig o el Sarre, conozco muy mal esa historia que sin embargo para mí fue vital. En todo caso, Hitler ya estaba en el poder y había campos de concentración.

¿Dónde? En París. No en el distrito XX, como creí durante mucho tiempo, sino en el XIX. Sin duda, en una maternidad: el nombre de la calle se me escapa igualmente (podría encontrarlo también en la partida de nacimiento).

¿Cómo? ¿Por qué?

¿Por qué? Esa es una buena pregunta, como diría Lucy Van Pelt.

Los mejores autores suelen dar algunos detalles sobre sus padres inmediatamente después de mencionar su llegada al mundo.

Mi padre se llamaba Icek Judko, es decir, Isaac Joseph o Isidor, si lo prefieren. Su hermana y su sobrina, lo recuerdan como Isie. Por mi parte, siempre me he obstinado en llamarlo André.

 

 

8 sept. 70

Carros

 

Hoy he jugado sobre todo con diversos colores: tintas y óleos, gouaches y espátulas.

Son las cuatro, puedo intentar trabajar: mi intención es clara (si se quiere); mi fastidio es fingido: mecanismos de escritura, artificios retóricos. No me frena ningún pudor (eso no sería, en cualquier caso, el motivo principal). Entonces, ¿qué? Retrocedo quizá ante la magnitud de la tarea: devanar la madeja una vez más, hasta el final, encerrarme durante quién sabe cuántas semanas, meses o años (doce años, si me atengo a la regla establecida por la redacción de Lieux [Lugares]) en el mundo cerrado de mis recuerdos, repetidos hasta la saciedad el hastío.

 

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Traducción de Diego Guerrero.

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Nací

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