23/01/2023
Empieza a leer 'Los libros de Jacob' de Olga Tokarczuk

 

PRÓLOGO

El trocito de papel tragado se detiene en el esófago en algún lugar cercano al corazón. Se empapa de saliva. La tinta negra preparada para la ocasión se disuelve lentamente y las letras pierden su forma. En el cuerpo humano, la palabra se parte en dos, en sustancia y esencia. Cuando la primera desaparece, la segunda, al carecer de forma, se deja absorber por las células del cuerpo, puesto que la esencia busca constantemente un soporte material; incluso cuando esto haya de ser fuente de desgracias.
Yenta vuelve en sí y eso que está casi muerta. Ahora lo siente con todo su ser, es como un dolor, la corriente de un río, un temblor, una presión, un movimiento.
Al corazón regresa una vibración suave, el corazón late débil aunque rítmicamente, seguro de sí mismo. En el seco y huesudo pecho vuelve a fluir el calor. Yenta parpadea y abre con dificultad los ojos. Ve, inclinada sobre ella, la cara preocupada de Elisha Shor. Intenta sonreírle, pero sin el suficiente dominio de su propio rostro. Elisha Shor, fruncidas las cejas, la mira con reproche. Su boca se mueve, pero ninguna voz alcanza los oídos de Yenta. De alguna parte aparecen unas manos: las grandes manos del viejo Shor le alcanzan el cuello y viajan bajo la manta. Torpemente, Shor intenta ladear el cuerpo inerte y mirar debajo, a la sábana. No, Yenta no percibe sus esfuerzos, tan solo siente el calor y la presencia del hombre barbudo y sudado.

Después, de pronto, como si hubiese recibido un golpe, Yenta lo ve todo desde lo alto: a ella misma y la coronilla medio calva de Shor, pues en el zarandeo con el cuerpo el gorro se le ha caído.
Y a partir de ese momento será siempre así: Yenta lo verá todo.

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Traducción de Agata Orzeszek y Ernesto Rubio

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Los libros de Jacob

 

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