13/12/2023
Empieza a leer 'La Niña de Oro' de Pablo Maurette

 

A Lucrecia Maurette

 

Of colours in general, under whose gloss and varnish all things are seen, no man has yet beheld the true nature.

SIR THOMAS BROWNE, Pseudodoxia Epidemica

 

1

«El amor adolescente es un espectáculo de fealdad», pensó la señora que estaba detrás de ellos en la fila. La chica besaba al chico como si lo estuviera regurgitando. Esperaban el colectivo, eran las siete de la mañana y hacía un frío que calaba los huesos. La chica abría y cerraba la boca mecánicamente, dejando ver de pronto una lengua gruesa que hurgaba con avidez. Abrazada a la cintura del chico, lo apretaba contra su pecho. De tanto en tanto, contoneaba la pelvis. Él trataba de seguirle el ritmo. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido, parecía apremiado.

Se está ahogando el muy torpe, dijo para sí el hombre que estaba primero en la fila. Llevaba a su hija al colegio. Era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno. De la mano de su padre, la niña observaba a los besuqueros atónita. Sin dejar de hacer remolinos con la lengua, el chico abrió los ojos y vio la mirada infantil que los escrutaba. Entonces desprendió la boca de sopapa y le susurró algo a su novia al oído. Ella sonrió y miró a su alrededor. Tenía el pelo negro atado en una cola de caballo, cara ovalada, un hoyuelo en el mentón, nariz romana. Vestía un jumper gris, zapatillas negras y una campera celeste metálico. «Debe ser del Sagrado Corazón, si la viera la madre», pensó una señora que estaba más atrás en la fila.

La fisonomía del chico era bastante más llamativa. Era alto y gordote, de porte encorvado y facciones blandas. Tenía los ojos hundidos y las mejillas tumefactas, como si estuviese tomando cortisona. Hipotiroidismo, pobre, tan jovencito, diagnosticó la señora que estaba detrás de ellos en la fila. El chico tenía el pelo largo cortado a modo de casco, al estilo Príncipe Valiente. O Cristóbal Colón, como pensó el hombre que llevaba a su hija al colegio. Un Colón pasado de corticoides.

Los jóvenes amantes se comían y todo el mundo miraba cuando llegó el colectivo. Ah, se despiden, él se quedó a dormir en lo de ella a escondidas de los padres, se pasaron la noche como conejos, fantaseó una señora de más atrás cuando vio que solo el chico se disponía a subir. El hombre que estaba primero en la fila ayudó a su hija a trepar al estribo. Colón con corticoides estampó un último beso en la boca de su novia y los siguió. Detrás de él subió la señora del principio y la otra y la de más atrás, la de la mente lúbrica, y toda la fila que se extendía unos diez o doce metros. Cuando el colectivero finalmente cerró la puerta, la chica desde la vereda buscaba a su novio a través de las ventanillas empañadas, pero no lo encontró.

Apelmazado entre la marabunta, lentamente y cuidándose de no dar codazos, el chico descolgó la mochila de uno de los hombros y la giró hasta tenerla contra el pecho. Se le antojaba escuchar música y eso requería de una maniobra complicada. Con una sola mano procedió a extraer el estuche porta CD del primer bolsillo, lo abrió y pasó las páginas hasta dar con lo que buscaba. Nick Cave & The Bad Seeds, The Boatman’s Call. Por un instante soltó la barra y mantuvo el equilibrio apoyándose contra los cuerpos que lo circundaban. Con el dedo anular insertó en el CD, cerró el estuche y lo devolvió a su domicilio. A todo esto, dada la estrechez del espacio, la proximidad con los otros pasajeros y su natural torpeza, Colón con corticoides había propinado un par de codazos y recibido varias amonestaciones.

–Pero, nene, ¿qué te pasa? –exclamó una mujer de unos treinta años, bien vestida y maquillada a los apurones, que abrazaba una carpeta de dibujo.

Un hombre le chistó. Impávido, el joven prosiguió con la maniobra. Ya casi estaba. Con una sola mano abrió otro bolsillo de la mochila, sacó el discman, se puso los auriculares, le dio play y guardó el aparato en el bolsillo interno de la campera militar que lo estaba haciendo transpirar como un pollo al espiedo. Empezó a sonar el pianito de «Into My Arms» y Colón con corticoides cerró los ojos.

 

* * *

 

La Niña de Oro

 

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