22/04/2022
Empieza a leer 'Fámulas' de Cristina Sánchez-Andrade


2. servidora. Sirvienta, criada, doméstica, muchacha, maritornes, moza, fregona, fregatriz, fámula, chica, doncella, empleada, e. de hogar, ama de llaves, gobernanta, dueña, casera, camarera, ayudanta*, asistenta, dependienta, lavandera, cocinera*, planchadora, costurera, asalariada, menegilda, chacha; institutriz, «fraulein», «miss», «mademoiselle», educadora; acompañanta, señora de compañía, carabina, niñera, aya, ama, ama seca, nodriza, tata, nana (v. 1).

FERNANDO CORRIPIO,
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El mundo se divide en dos clases de personas, los que barren y los que no...

MAGDA SZABÓ,
La puerta​

El silencio de las criadas

No hay escritor que no haya experimentado alguna vez la sensación de que la realidad colabora con la ficción, y que lo que acontece en el día a día hace que las fronteras entre la ficción y la realidad sean porosas. No hay escritor que no haya pensado que el tema o los personajes no los escoge él, sino que son ellos los que buscan al autor. Eso es justamente lo que te ocurre a ti a finales del 2020.

El detonador es una visita al teatro. Días atrás, caminando por la calle (una calle por la que no vas nunca, ¿por qué has escogido hoy ese camino?), te das casi de bruces con un cartel que anuncia Las criadas, de Jean Genet, en las Naves de El Matadero. El cartel muestra a tres mujeres –las dos criadas y la señora– de una palidez mórbida, con el pelo recogido en una pañoleta blanca, mirando indiscretamente a todo el que pasa por delante. La del medio, la señora, es un hombre gordo disfrazado de mujer, con los labios pintados de rosa (luego te enterarás de que es frecuente que esta obra se represente con varones que hacen el papel de la señora). Piensas que estaría bien ir al teatro y días después sacas las entradas y vas. El argumento de la obra es conocido: cada noche, cuando la señora no está, las criadas hermanas interpretan un juego de rol, un ritual que ellas llaman «ceremonia». Claire es la Señora y Solange es Claire. Solange es la Señora y Claire es Solange. La falsa señora humilla a su criada y la trata de idiota. Aunque la criada primero demuestra respeto y sumisión, diciéndole que la quiere, poco a poco le invade un sentimiento de odio, y termina por insultar y amenazar a su ama: «¡La odio! La detesto. Ya no me intimida.» Es una relación compleja, entretejida de amor y odio, admiración y celos, dependencia y desprecio.

El caso es que, por algún motivo, la obra te impacta: es como si aquella noche las dos fámulas protagonistas saltaran de la tarima y corrieran a buscarte entre las butacas.

Al volver a casa, investigas. Te enteras de que Jean Genet se inspiró en el macabro crimen de las hermanas Papin, cometido en la década de 1930, un suceso que conmocionó a la Francia del momento. Los hechos son escalofriantes: una tarde de febrero, la señora Lancelin vuelve a casa de compras con su hija. Al entrar en la cocina, se encuentra con que las criadas no han planchado la pila de ropa que espera desde el día anterior. Lo que no sabe es que cuando se disponían a hacerlo, saltaron los plomos y se estropeó la plancha. Al ver la ropa arrugada, la señora hace un gesto recriminatorio –es solo un gesto, algo así como un fruncir de ceño, o un encogimiento de hombros– a una de las criadas, suficiente para que esta se abalance sobre ella y la ataque. Alertada por los gritos, baja la hermana del piso superior y en cuestión de segundos se produce el doble asesinato. Cada una de las criadas salta sobre una de las patronas. Primero les sacan los ojos con cucharas, cuando todavía están vivas. A continuación, mutilan sus cuerpos con la maja de un mortero y un jarrón de estaño. Para terminar, toman un cuchillo de cocina y realizan sobre los cuerpos una serie de cortes profundos en las extremidades, algo parecido a las tajaduras que se hacen en el pan antes de meterlo en el horno. Una vez finalizada la masacre, las hermanas limpian los instrumentos utilizados, se deshacen de sus prendas y se acuestan en una cama de la habitación que comparten en el segundo piso. Abrazadas y silenciosas, esperan a que llegue la policía.

También lees que ese asesinato hará que la Francia del momento se divida en dos: unos, los más numerosos, reclaman una venganza ejemplar, exigiendo el cadalso para las «homicidas». El otro bando, el de la intelligentsia marxista y surrealista, se apropia de la noticia policial. Jean Genet se inspira en el crimen para escribir su obra de teatro. Jacques Lacan tomará la noticia y publicará un artículo. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir transforman a las dos hermanas en «víctimas» de la lucha de clases. Esta última llegará a decir: «Solo la violencia del crimen cometido nos da una medida de la atrocidad del crimen invisible, en el que, como se comprenderá, los verdaderos asesinos señalados son los amos.»

Lo que, en primera instancia, te atrae de Las criadas es el juego de rol que desempeñan. Las hermanas solamente existen como criadas y hermanas a través de los ojos de la señora y, a la inversa, la señora solamente existe como ama a través de sus criadas. Cada una es un espejo para la otra. O como dijo Machado: «El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve.» Algo que también tiene que ver con la dialéctica del amo y del esclavo de Friedrich Hegel.

En segundo lugar, al investigar sobre el origen de la obra, y conocer el crimen de las Papin, lo que te atrae es el silencio de las hermanas. El silencio es el espacio de la reflexión, pero también de los secretos. Por eso todos los que guardan algo valioso hablan en susurros. El de las hermanas es un silencio acumulado durante años, cargado de odio, que se hizo añicos en segundos, con un solo gesto. Misterio, pero también trampa. Porque lo que no se dice no se olvida, sino que se convierte en herida. Herida que no puede supurar y que se pudre dentro. De silencio se nutren los peores pensamientos. En él, los sentimientos se tornan oscuros y quedan atrapados como un pájaro que no puede volar.

Las cosas no dichas. El feroz resentimiento.

Clarice Lispector. Te acuerdas de haber leído que ella también vio una representación de Las criadas, por lo que buscas lo que escribió acerca de la obra. En una crónica para el Jornal do Brasil, la escritora dice: «Me turbó. Vi cómo las empleadas se sienten por dentro, vi cómo la devoción que a veces recibimos de ellas está llena de un odio mortal. En Las criadas, de Jean Genet, las dos saben que la patrona tiene que morir. Pero la esclavitud hacia los señores es demasiado antigua para poder ser vencida. En lugar de envenenar a la terrible patrona, una de ellas toma el veneno que le iba dirigido y la otra criada dedica el resto de su vida a sufrir.»

La idea de dar voz a las empleadas comienza a crecer en tu cabeza como una bola de nieve.


Fámulas

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