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Empieza a leer 'Don Quijote, que fue un sueño, de Kathy Acker
Primera parte de Don Quijote
El comienzo de la noche
Cuando al fin se desquició del todo porque iba a tener que abortar, concibió la idea más demencial que a una mujer ocurrírsele pueda: amar. ¿Cómo puede amar una mujer? Amando a alguien que no sea ella misma. Amaría a otra persona. Amando a otra persona, enderezaría todo tipo de entuertos individuales, sociales y políticos: pensaba aventurarse en situaciones tan peligrosas que harían célebre su nombre. El momento del aborto se acercaba:
Iba vestida de pies a cabeza con papel verde pálido o verde vómito. Tal era su armadura. La había elegido deliberadamente pues sabía que, para cualquier persona sola, incluso siendo rica, las condiciones de este mundo resultan tan duras que debe arreglárselas con lo primero que encuentre: el panorama no da para idealismos. Por ejemplo: no bien comenzase el aborto el papel verde se rompería.
Le dijeron que del sillón del quirófano a la cama la llevarían en silla de ruedas. Su medio de transporte sería la silla de ruedas. Salió a mirarla. Se estaba muriendo. En cierta época había sido una pelandusca, como una cualquiera de los barrios bohemios. Ahora, como cualquier ganapán, se pasaba la vida borracha, hablaba de sexo todo el rato, pero sin practicarlo, pues no poseía ni los requisitos ni el equipo adecuado para hacerlo, y andaba por ahí con otras vagas. O sea: mujeres que abortan.
Ya que se disponía a emprender la mayor aventura que le cabe emprender a un individuo, la del Santo Grial, debía tener un nombre (una identidad). Tenía que ponerse alguno. Cuando una está tumbada de espaldas y hace sin pestañear todo lo que le dicen y el médico le incrusta un catéter de acero, una, bendita sea, acaba por liberar la mente. Y liberar la mente es morirse. Necesitaba una vida nueva. Tenía que recibir un nombre.
Como ya hemos dicho, la camilla rodante se llamaba «La Gastada» o «Garrapata», lo cual significa «exganapán» o «ganapán de por vida», o bien «escritora» o «intento siempre fracasado de identidad». Así como «Garrapata» es la glorificación o metamorfosis de la inexistencia en existencia, así «catéter», decidió, era la glorificación de Kathy. Adoptando aquel nombre, masculino al fin y al cabo, podría convertirse en hembra-macho o caballero nocturno.
La catarsis es la manera de lidiar con el mal. Lustró su papel verde.
Para amar tenía que encontrar alguien de quien enamorarse. «Ahora bien», se dijo, «¿es imprescindible enamorarse de alguien para amar? ¿No fue precisamente el amar a un hombre lo que me llevó al aborto o estado de muerte?
»¿Por qué no puedo amar, sin más?
»Porque, para realizarse, cada verbo precisa un objeto. De otro modo, sin nada en que fijar la vista, no puede verse ni ser. Dado que el amor es empatía o comunicación, necesito un objeto que sea sujeto y objeto a la vez: para amar, debo amar un alma. ¿Puede existir alma alguna sin cuerpo? ¿Está lo físico separado de lo mental? Del mismo modo que el objeto amoroso solo es la apariencia del amor, el reino de lo físico es la apariencia de lo divino: la mente es el cuerpo. A esto se debe», pensó, «que yo posea un cuerpo. Esta es la razón de que me encuentre a punto de abortar. En consecuencia, puedo amar.» Así fue como Don Quijote decidió salvar el mundo.
¿Qué aspecto tenía aquella futuro caballero? Excepto dos, las demás mujeres eran rechonchas y de mediana edad. Una de las jóvenes era una rosa inglesa. La otra, que llevaba un largo y virginal vestido blanco, era irlandesa y tenía unos diecinueve años. Había metido sus joyas y sus mejores ropas en la maleta y le había dicho a su familia que se iba a una boda. Era inocente: durante su primera prueba de embarazo se enteró de que estaba preñada. Cuando llegó al aeropuerto de Londres, los taxistas, cumpliendo con su deber, ganaron un montón de dinero paseándola por la ciudad. Confundida, se olvidó la maleta en un taxi, o bien se la robaron. Según ella, su principal problema no era el aborto, ni haber perdido el equipaje, sino cómo asegurarse de que ni su familia ni ningún amigo descubriesen que había abortado, pues en Irlanda el aborto es un delito grave.
¿Por qué no se parecía Don Quijote a aquellas mujeres? Porque, para Don Quijote, abortar es un método para convertirse en caballero y salvar el mundo. Lo cual constituye una visión. Tanto en la inglesa como en la mayoría de las sociedades europeas, cuando una mujer se arma caballero pierde el anonimato y recibe un nombre. Puede tener aventuras y salvar el mundo.
–¿Quién ha llegado la primera? –preguntó la recepcionista. Nadie respondió. Las mujeres eran tímidas. La recepcionista se volvió hacia la futura noctámbula–. Bien, usted es la que está más cerca. Deme sus documentos.
–No puedo darle ningún documento porque todavía no tengo identidad. No estudié en Cambridge ni en Oxford y no soy inglesa. Por eso sus leyes mandan que pase la noche en esta posada. Tan pronto como me ordenen ustedes caballero –mañana por la mañana– y haya recibido un nombre, podré darle mis documentos.
La recepcionista, sabedora de que todas las abortistas se vuelven majaretas, le aseguró a la mujer que lo del aborto estaría liquidado esa misma noche.
–Por mi parte –confesó la recepcionista–, también he vivido mi locura. Me negué a ser el tipo de mujer que supuestamente debía ser. Recorrí el mundo entero en busca de problemas. Me prostituí, probé algunas drogas (nada duro), expuse los genitales a desconocidos mientras les vaciaba los bolsillos, monté escándalos, mentí a los únicos hombres a los que amaba, les dije la verdad a los que no amaba, o sea que no podría amarlos nunca, follé con un hombre tras otro asegurándole a cada uno que no le era fiel a ninguno más, timé a los hombres porque, timándome a mí, ellos me habían enseñado cómo se hace. En resumen, era una zorra.
»Luego comprendí que había procedido mal. Me retiré... de mí misma. Vine aquí... a este trabajo... Vivo de los ingresos y propiedades de otros. Ingresos y propiedades más bien muertos. Como corresponde a un buen burgués –culminó su introducción–. Este lugar –prosiguió, abriendo las manos–, nuestro sanctasanitarium, para ustedes representa la seguridad misma. Aquí las salvaremos. A todas aquellas que quieran compartir con nosotros su dinero. –La recepcionista extendió las manos–. Nuestras enfermeras las cuidarán toda la noche, y por la mañana –se volvió hacia Don Quijote– será usted un nocturno.
La recepcionista solicitó a la futuro caballero que pagase.
–No tengo pasta.
–¡Cómo!
–¿Por qué voy a pagar un aborto? Los abortos no son nada.
–Pues debería saber que nada es gratis.
Como deseaba ser caballero con todo su corazón, al fin entregó el dinero y elevó una plegaria a la Luna: «Oh, mi señora, humilla a esta mujer de corazón servil en este mi primer encuentro; no me prives de Tu favor y protección en el peligro que por vez primera atravieso».
Luego se tendió en la cama de hospital, cubierta con el papel verde vómito que le habían dado. Tras lo cual recogió su armadura, el papel verde vómito, y de nuevo empezó a pasearse de un lado a otro con el mismo aire tranquilo.
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Traducción de Marcelo Cohen
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