ARTÍCULOS
Empieza a leer 'Dickens y Prince' de Nick Hornby
Para John Forrester: todos te damos las gracias
Dejó una estela como la de los meteoros,
en la que todo el mundo encuentra su
Dickens. La víctima infantil, el joven de
ambición irrefrenable [...] el trabajador demoníaco [...]
El que aborrecía y amaba a América.
El anfitrión de fiestas, el mago, el viajero
[...] el bailarín [...] el actor, el comediante histriónico
[...] El irremplazable e irrepetible [...]
El resplandor de la habitación.
CLAIRE TOMALIN,
Charles Dickens
INTRODUCCIÓN
Solía oírse por ahí algo que era como un meme de antes de que existieran los memes, que señalaba las extrañas similitudes existentes entre Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy. Ambos fueron elegidos para el Congreso en un año 46 y se convirtieron en presidentes en un año 60. Ambos recibieron un disparo en la cabeza un viernes. Ambos perdieron a un hijo mientras residían en la Casa Blanca. A ambos les sucedieron unos demócratas sureños llamados Johnson. Ambos fueron asesinados por hombres con tres nombres, cada uno compuesto por quince letras. Y así sucesivamente. Bueno, no es eso lo que pretendo hacer aquí. Charles John Huffam Dickens (veinticuatro letras) fue un escritor blanco del siglo XIX, y Prince Rogers Nelson (dieciocho letras) fue un músico negro de los siglos XX y XXI. Dickens nunca oyó nada que hubiera grabado Prince, y no hay pruebas que sugieran que Prince leyera alguna vez a Dickens. Supongo que se podría argumentar sin mucha convicción que se los conoció y se los sigue conociendo por un solo nombre, pero en realidad eso sucede con la mayoría de los artistas famosos. Sí, hay que decir Emily Brontë, debido a sus hermanas. Y hay que decir Michael Jackson, un hombre que, como es sabido, también tenía hermanos, pero cuya extraordinaria fama nunca le bastó para estampar un sello de propiedad sobre su muy común apellido. El uso de su nombre completo lo distingue de Stonewall, y de Jesse, y de Samuel L., y Shoeless Joe (véanse Will y Maggie Smith, Tom y January Jones, Wilkie y Phil Collins, Jimmy y Rod Stewart). Pero la cuestión del nombre único no zanja las cosas. Cuando estaba pensando en vincular a Prince y a Dickens en un ensayo extenso, tenía una coincidencia con la que trabajar: los dos murieron con cincuenta y ocho años. Pero morir a los cincuenta y ocho años en 2016, como Prince, no es lo mismo que morir a los cincuenta y ocho años en 1870, como Dickens. A principios del siglo XIX la esperanza de vida media de una persona era de cuarenta años, y si llegabas a cumplir cuarenta años era como si hubieras vivido setenta. Y, bien mirado, Prince, al morir, no había cumplido los cincuenta y ocho años, sino que aún tenía cincuenta y siete. Así que no tengo ni eso.
Pero así empezó la cosa. En 2020, el álbum de Prince Sign o’ the Times (1987) se reeditó en una caja conmemorativa. Normalmente, la reedición de un álbum icónico incluye algún extra que la discográfica haya podido conseguir: algunos temas en directo, algunas maquetas de las canciones del disco, tal vez una o dos canciones descartadas... Sign o’ the Times, en cambio, incluía sesenta y tres temas que no estaban en el álbum original. ¡Sesenta y tres! Casi cuatro veces las del original, tres más que las que lanzó Jimi Hendrix en toda su vida, dos más que las que grabaron los Eagles en el siglo XX... Y todo ese material se produjo más o menos en las mismas fechas (aunque no todo estaba pensado para el mismo disco, pero ya llegaremos a eso). La página de fans PrinceVault tiene 102 entradas en la categoría «Canciones grabadas durante 1986». Y justo estamos descubriendo que 1986 ni siquiera fue un año atípico para él. Cuando leí lo de la caja, pensé: ¿Quién más había producido tanto? ¿Quién más había trabajado así? Se suponía que era una pregunta retórica, pero luego caí en la cuenta de que había una respuesta: Dickens. Fue Dickens. Dickens trabajó así.
Quizá hubo otras personas igual de prolíficas, aunque lo dudo, sobre todo porque Prince hizo mucho más que grabar, y Dickens mucho más que limitarse a escribir novelas. Pero en aquel momento los uní en mi cabeza, porque son dos de los que tendré que llamar, a falta de otro término más exacto, Mi Gente: las personas en las que he pensado mucho a lo largo de los años, los artistas que me han moldeado, inspirado y hecho reflexionar sobre mi propio trabajo. Tengo montones de personas así, influencias y modelos y héroes: Galton y Simpson, Donald Fagen, Preston Sturges, Barbra Streisand, Robert Altman, Pauline Kael, Kurt Vonnegut, Stephen Sondheim, Mavis Staples, Arsène Wenger, Joan Didion, Anne Tyler, Jerry Seinfeld, Rickie Lee Jones, Aretha Franklin, Thierry Henry, Elizabeth Strout, Raymond Carver, Frederick Exley, Joe Henderson, Lorrie Moore, Edward Hopper, Liam Brady, Peter Blake, Bruce Springsteen, Emmylou Harris, Duke Ellington, Elizabeth McCracken, Larry McMurtry, Roddy Doyle, Tom Verlaine, Peter Wolf, Dave Eggers, Al Green y muchos muchos otros. No entraré en detalles sobre lo que todos ellos han significado para mí: a veces ha sido su gusto, otras su forma de pensar, o su espíritu, o su atención al detalle, o su audacia, o su sentido del humor, o su arrogancia, o su compromiso, o su valentía, o la forma en que han vivido su vida. Cualquiera que se haya pasado la vida consumiendo cultura en todas sus formas a un ritmo posiblemente malsano tiene una lista similar, y si se ha pasado su vida adulta creando algo durante su jornada laboral es muy probable que esa lista sea aún más larga, porque necesita inspiración (y, admitámoslo, dispone de un tiempo del que quienes trabajan en una cadena de montaje, en un instituto o en un banco no disponen). Prince y Dickens son dos entre muchos, pero quizá ocupen un lugar un poco más destacado que el resto. Si alguien más ha creado una obra tan asombrosamente enorme, será alguien a quien yo, desde luego, no tengo fichado. Puede que algún lector esté gritando: ¡Wagner! ¡Picasso! Si eres uno de esos lectores, tendrás que escribir tu propio libro.
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Traducción de Jesús Zulaika Goicoechea
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