08/05/2024
Empieza a leer 'Demasiado tarde para despertar' de Slavoj Žižek

 

INTRODUCCIÓN: ENTRE FUTUR Y AVENIR

Como neurótico obsesivo que soy, me despierto regularmente un par de minutos antes de que suene el despertador, sea cual sea la hora a la que lo haya programado o la zona horaria en la que me encuentre. Pero sería un error interpretar esta peculiaridad como una señal de que soy plenamente consciente de la necesidad de despertarme: más bien lo hago para evitar la traumática experiencia de ser despertado. ¿Por qué?

El apóstol Pablo caracterizó su propia época de un modo que parece encajar perfectamente con nuestro momento actual: «Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantarnos del sueño» (Romanos 13:11). Sin embargo, la experiencia histórica reciente más bien parece demostrar lo contrario: no hay un momento adecuado para despertar. O bien nos asustamos demasiado pronto, y así parecemos sembrar un pánico vacío, o bien nos damos cuenta cuando ya es demasiado tarde. Nos consolamos pensando que aún estamos a tiempo de actuar, y de repente, nos damos cuenta de que no es así. Una vez más: ¿por qué?

Cuando alguien se queda trabajando o divirtiéndose hasta altas horas de la madrugada, solemos decirle que es demasiado tarde para estar despierto. Pero ¿y si en nuestro momento histórico es más bien demasiado tarde para despertarse? Oímos constantemente que faltan cinco minutos (o un minuto, o incluso diez segundos) para el mediodía, para el día del juicio final global, y que ahora es nuestra última oportunidad de evitar el desastre. Pero ¿y si la única forma de evitar una catástrofe es asumir que ya ha ocurrido, que ya han pasado cinco minutos de la hora cero?

¿Qué nos espera cuando no hay futuro? En francés (y en algunas otras lenguas, como la mía, el esloveno), hay dos palabras para «futuro» que en inglés no se pueden diferenciar de manera adecuada: futur y avenir. Futur representa el futuro como continuación del presente: la plena realización de tendencias que ya están en marcha. Avenir apunta hacia una ruptura radical, una discontinuidad con el presente, hacia algo nuevo que está por venir (à venir), no solo lo que será. Si Trump hubiera ganado a Biden en las elecciones de 2020, habría sido (antes de las elecciones) el futuro presidente, pero no el presidente del porvenir.

En la situación apocalíptica actual, nuestro horizonte último –el futur– es lo que Jean-Pierre Dupuy llama el «punto fijo» distópico: un punto cero de guerra nuclear, colapso ecológico, caos económico y social global, el ataque de Rusia a Ucrania que provoca una nueva guerra mundial, etcétera. Aunque se posponga indefinidamente, este punto cero es el «atractor» hacia el que tenderá nuestra realidad, abandonada a sí misma. La forma de combatir esta catástrofe futura es mediante actos que interrumpan nuestra deriva hacia el «punto fijo». Podemos ver lo ambigua que es la salmodia de «No hay futuro» de los Sex Pistols: a un nivel más profundo, designa no la imposibilidad del cambio, sino precisamente aquello por lo que deberíamos esforzarnos: romper el control que el «futuro» catastrófico ejerce sobre nosotros y, de este modo, abrir un espacio para algo Nuevo «por venir».

Lo que quiere decir Dupuy es que, para afrontar adecuadamente la amenaza de la catástrofe, necesitamos introducir una nueva noción del tiempo, el «tiempo de los proyectos». Deberíamos concebir un circuito cerrado entre el pasado y el futuro: el futuro es producido causalmente por nuestros actos en el pasado, mientras que la forma en que actuamos está determinada por nuestra previsión del futuro y nuestra reacción a lo que hemos previsto. Si consideramos que nuestro destino es la catástrofe, algo inevitable, y luego nos proyectamos en ese futuro, adoptando su punto de vista, insertaremos retroactivamente en su pasado (el pasado del futuro) posibilidades contrafácticas («Si hubiéramos hecho eso y aquello, esta catástrofe no habría ocurrido»). A partir de ahí, podemos actuar hoy en función de esas posibilidades.

¿No es esto lo que pretendían conseguir Adorno y Horkheimer con su «dialéctica de la Ilustración»? Mientras que el marxismo tradicional nos instaba a actuar para lograr un futuro comunista, Adorno y Horkheimer se proyectaron en un futuro catastrófico (el advenimiento de la «sociedad administrada», el verwaltete Welt, de la manipulación tecnológica total) con el fin de obligarnos a actuar para evitarlo. E, irónicamente, ¿no ocurre lo mismo con la derrota de la Unión Soviética? Es fácil, desde la perspectiva actual, burlarse de los «pesimistas», desde la derecha hasta la izquierda, desde Solzhenitsyn hasta Castoriadis, que deploraban la ceguera y las transigencias del Occidente democrático, su falta de fuerza y coraje ético-políticos para hacer frente a la amenaza comunista, y que predijeron que Occidente ya había perdido la Guerra Fría, que el bloque comunista ya la había ganado, que el colapso de Occidente era inminente; pero de hecho fue precisamente su actitud la que más contribuyó al colapso del comunismo. En términos de Dupuy, fue su propia predicción «pesimista» del futuro, de cómo se desarrollaría inevitablemente la historia, lo que los movilizó para contrarrestarla.

Así pues, deberíamos invertir el lugar común según el cual percibimos el presente como lleno de posibilidades y a nosotros mismos como agentes libres para elegir entre ellas, mientras que, retrospectivamente, nuestras elecciones nos parecen totalmente determinadas y necesarias. Son, por el contrario, los agentes implicados en el presente los que se perciben a sí mismos como atrapados en el destino, mientras que, desde el punto de vista de la observación posterior, podemos discernir alternativas en el pasado, la posibilidad de que los acontecimientos tomen otra senda.

 

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Traducción de Damià Alou

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Demasiado tarde para despertar

 

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