08/09/2023
Empieza a leer 'Consumir preferentemente' de Andrea Genovart

 

La humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

«Contra Jaime Gil de Biedma»,
JAIME GIL DE BIEDMA

 

La palabra me da el ser, pero me lo da privado de ser.

La literatura y el derecho a la muerte,
MAURICE BLANCHOT

 

 

 

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No sé qué soy, així, en general, pero ahora mismo en el agua. O també. Tiro de la cadena: tres giróvagos y el espe­jismo de mi cara secuestrado por las alcantarillas, que esta­mos de mierda hasta el cuello. Por lo menos lo acompaña un poco de salmón ahumado, a pedazos. Un paquete ente­ro, para ser más precisos. Delicia de cena que se esfuma porque, de nuevo, la arcada: a buen entendedor pocas pala­bras bastan. Pero hemos perdido la chaveta porque todos somos hermanos de los mismos amigos y, por lo tanto, ve­cinos del mismo conflicto armado. Aunque a la hora de la verdad el ejército se ha retirado: no hemos sufrido ninguna guerra de aquellas que describe La Rodoreda y que por eso es lectura obligatoria de selectividad. ¡Así que vergüenza de­bería darnos este lloriqueo generacional, cuando nuestros abuelos salían a manifestarse y a correr delante de los grises, home! I dona, perdó, esclar, per suposat. Però qui no plora no mama aunque no estemos rodeados de gris pólvora sino de gris perla, color de las americanas de los señores de busi­ness, color toalla de baño de IKEA. Nosotros, los jóvenes, no sabemos lo que cuesta el pan; antes, por un cuscurro, la gente estaba dispuesta a matar. Yo también mataría, mata­ría cada día, mataría mucho y a todo el mundo. Sobre todo a los de la industria de los procesados, que me han vendido el cacho de salmón a precio popular prometiéndome alta calidad. Porque los supermercados ya son eso: parques de atracciones hechos para muertos de hambre que se creen que la crema de champiñones lleva champiñones y que la lata de albóndigas lleva carne de vacuno mientras van en­gendrando un cáncer que no se podrán curar en un hospi­tal privado. Abuelo, abuela y todos los que nacisteis hacia 1930, tengo que reconocéroslo: no sé si llegaré a saber nun­ca qué es La Guerra. Solo conozco la que me viene de serie, la personal, la mía. Por eso, mis camaradas, vuestros nietos: Déu els cria i ells s’ajunten y yo me vendo por un plato de lentejas pero, ay, la panceta, qué tortura para la barriga, y qué tortura este vómito de ahora, a las cuatro, en un lavabo de Gràcia, con una lengua lubricada de baba amarga. No sé si sabe a pescado o a vacío plastificado. No sé si ya estaba en mal estado o si soy yo y mi maestría en desdichas. La pega de no comprar fresco, de recurrir al envasado, de creer firmemente que no caduca de aquí a dos años. He sido feliz embutiéndomelo todo de golpe en la boca, con los dedos bañados en aceite, sin pan, a saco. He sido tan feliz que me da igual este desembaular, cenaría otra vez. 8,75 € me ha costado la experiencia adulta de los veinte minutos de cola en la caja, más montar unos canapés y acompañarlos amb una copa de vinet, para acabar engulléndolo todo con las manos como un primate, sin servirlo en un plato, sacando a tirones filetes de una bandeja que paso de reciclar. Direc­to al paladar: protagonizo, por fin, el anuncio de aquella marca que hace no sé cuánto que olvidé. Como también embadurnarme en crema hidratante, devolverle el libro a Berta o palpar-me les tetes i avisar a la Clara en caso de bulto.

Las arcadas escalan de nuevo: ei, hola, mira qui tenim aquí, somos el medio kilo del banquete que te has pegado. Pues hacedlo salir ya, pesadas. Escupidlo en esta fosa de agua y dejadme llorar el cadáver. Pero no vale quejarse, que en peores plazas hemos toreado. Podría estar ahora mis-mo en casa de un como se llame, etílica, repitiéndole me siento un poco perdida, així, en general, y harta de solo en­contrar trabajos por cuatro duros y entre pitos y flautas siempre la misma cantinela, siempre la misma obra donde hago de perrita perdida y en busca de dueños que le reco­nozcan un talento a cambio de un dona’m la poteta, ¡guau, guau! Molt bé! Quien algo quiere algo le cuesta, me dijo el último que me invitó a unas cañas antes de liarme con Uri. Ya, pero es que no va de eso, le habría respondido al suda­mericano a quien no me atrevía a preguntarle de dónde era para que no notase que no sabía distinguir entre chilenos, ecuatorianos, portorriqueños, colombianos, etc., y que, por lo tanto, no era tan intelectual como quería aparentar. Pero mejor callar porque dueña de mis silencios y esclava de mis palabras, y las intimidades solo valen los cinco pri­meros minutos en la cama, que en pleno magreo ya no sa­bes cómo encajar con un cuerpo en el que no te has fijado por el jijijajá de un ver doble por un beber de dos. Las inti­midades dan cagalera, y hoy en día todos quieren juerga i xerinola, y si hay algo que no cuaja, c’est la vie. No et rat­llis, let it flow que Aún Eres Muy Joven. La gente se piensa que es be water, així, en general, pero solo lo son cuando be beer, que después de unos cuantos metesacas la mayoría se sienten atados de manos y adeu, bona nit, prefiero dor­mir en mi piso, y yo con el mucha niña mona pero ningu­na sola que no se acaba de cumplir.

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Traducción de Rubén Martín Giráldez

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Consumir preferentemente

 

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