LECTURAS

Empieza a leer 'Mi trabajo' de Olga Ravn

01/10/2025

PRIMER COMIENZO 

 

¿Quién ha escrito este libro?

Yo, por supuesto.

Aunque me gustaría sostener lo contrario.

Partamos de la base de que lo ha escrito otra persona. Una mujer muy diferente a mí. Llamémosla Anna. Vamos a imaginar que ha sido Anna quien me ha dado todos los papeles que componen este texto. Y que Anna me los ha entregado con el encargo de que los organice. Supongamos además que, después de haber leído la enorme cantidad de hojas que Anna me ha legado, ciertas noches la codicia y la histeria se apoderan de mí y no quiero que ninguna otra persona lea sus textos. No quiero que nadie más que yo la conozca.

 

Dediqué varios meses a la tarea de ordenar los papeles de Anna y, mientras duró aquel empeño, me vi invadida, una y otra vez, por algo que solo puedo describir como un impulso animal, un profundo instinto que me obligaba a levantarme de un salto de la mesa de trabajo con la idea fija de que los papeles de Anna únicamente debían leerlos las personas embarazadas y las mujeres con niños pequeños.

Y, cada vez que eso me sucedía, me sentaba de nuevo a mi mesa, jadeante y desconcertada ante mi propia estupidez, aunque he de confesar que aquel rapto microscópico se apoderaba de mí en numerosas ocasiones.

Puede que pensara que, restringiendo el rango de lectores a esa clase concreta, protegería a Anna y ayudaría a mantener su experiencia en secreto.

La lectura de los papeles que ella confió a mi custodia me ha llevado a creer que tenía en mi poder información confidencial.

 

La mayor dificultad con la que me he topado en mi trabajo ha sido la de entender el modo en el que Anna se relaciona con el tiempo. No da la impresión de seguir ningún orden cronológico, así que no albergo la esperanza de haber comprendido a qué temporalidad se ajusta su escritura. Me entregó los papeles apilados en un montón, sin orden ni concierto. En los cuadernos pueden aparecer, uno detrás de otro, acontecimientos entre los que media un lapso de varios años. Como si, de pronto, accediera a otro nivel temporal en el texto y creara un espacio para él.

Simultáneamente, como ocurre con todas las madres recientes, parece dedicarse de manera enfermiza a asociar el paso del tiempo con el desarrollo del niño. A menudo indica en la parte superior de un texto la edad del niño, especificando a veces hasta los días que tiene, aun cuando lo que allí se diga no hable en concreto de él.

 

Ese tratamiento del tiempo, tan difícil de desentrañar para mí, se vio reforzado por una extraña coincidencia el otro día.

Encontré el diario que Anna había escrito durante el embarazo. No podría explicar del todo por qué, pero una vaga intuición me ha impulsado a colocar el cuadernillo en un momento posterior del texto, en lugar de ubicarlo como el acontecimiento inicial, que habría sido lo lógico.

Quizá lo hice así para reproducir mi propia vivencia, ya que dicho cuadernillo fue el último que encontré. Mientras hacía los preparativos para el cuarto cumpleaños de mi hijo mayor, aparté la cómoda negra de la pared y cayó un cuadernillo azul. Había quedado atrapado detrás del mueble sobre el que habían estado los papeles de Anna antes y durante mi lectura. (Los había guardado después en tres cajas selladas que dejé en el despacho. Solo cuando apareció este último cuadernillo reuní, en un repentino arrebato de sensatez, las fuerzas necesarias para ponerme a organizar los papeles pensando que otras personas iban a leer el texto.)

El cuadernillo del embarazo tuvo que caerse detrás de la cómoda en alguna de las ocasiones en que me llevé papeles del montón, por lo que no puedo asegurar si Anna lo dejó el primero, encima de los demás, o si, tal y como presiento, lo introdujo en mitad de todos esos momentos.

Colocar el embarazo en ese punto central dentro de la composición supuso mi propia fractura de la cronología y, a partir de ahí, la cosa resultó fácil o, al menos, un poco más sencilla.

 

SEGUNDO COMIENZO

 

Comencé este libro cuando el niño tenía seis días y me encontraba envuelta en la negrura.

He procurado organizar las diferentes partes que lo componen según el orden en el que deduzco que debí de escribirlas.

No recuerdo haber escrito nada de ello.

A lo largo de los últimos años, he ido encontrando más y más hojas escritas.

Si no fuese porque reconozco mi letra, posiblemente pensaría que las había escrito alguna otra persona.

Esas hojas manuscritas, unidas a una larga serie de documentos guardados en mi ordenador, correos electrónicos enviados desde mi propia dirección y notas en el teléfono, forman en conjunto una cantidad tan ingente de material (que tampoco recuerdo en absoluto haber escrito) que, una vez que terminé de pasarlo todo a limpio y vi el abrumador número de páginas resultante, me invadió una sensación que merece el nombre de «pánico».

 

El apartado «Diario del embarazo», un cuaderno azul de bordes desgastados, fue el último en aparecer, hace dos semanas, cuando Aksel y yo apartamos de la pared una cómoda para que cupiese la pesca de golosinas de la fiesta de cumpleaños.

En definitiva, la recopilación y organización de dichos papeles y documentos representan el intento de recuperar tres años de mi vida ausentes de mi memoria, a los que, por tanto, y de la misma manera que mi lector, no puedo acceder más que por esta vía.

Algo me dice que la razón de que por fin haya logrado completar el trabajo con dichos papeles es que estoy embarazada de nuevo.

Me invade continuamente la sensación de que regreso a aquella época del embarazo, como una viajera en el tiempo; como si pudiera desplazarme en vertical, arriba y abajo, a través de las capas de tiempo.

Dentro de una semana se cumplirá el último día de mi primer trimestre.

Temo que se trate de una mera ilusión, pero estoy convencida de que el inminente nacimiento de mi segundo hijo me ha dado la fuerza necesaria para alejarme y, al mismo tiempo, adentrarme en la crisis mental que me sobrevino con la llegada del primero.

 

De todas las partes de que consta este libro, las que más me perturban son, no obstante, aquellas en las que alguien (¿yo misma?) cuenta cosas sobre una mujer que se llama igual que yo. Como si durante aquellos años se hubiese personado alguna instancia con la tarea de analizarme de manera implacable y lo registrase todo en un diario. Alguien que me observaba como a una ella, histérica. Y, cuando leo lo que ha escrito, me acecha la sensación de que una mano me agarra por la nuca y no me deja levantar la cabeza. Como si otra persona hubiese salido por las noches de mi armario para redactar esos textos.

 

TERCER COMIENZO

 

Época: Segunda mitad de la década de 2010 / El período del embarazo

Lugar: Copenhague y Estocolmo / La oscuridad de la lactancia

 

PERSONAJES

 

Anna:      Una mujer embarazada de veintiocho años de edad. Escritora, después madre. Danesa.

Aksel:     Un hombre de treinta años de edad. El padre del niño. Dramaturgo. Sueco.

El niño:   Cuyo nombre no revelaremos para proteger al menor. Nacido en 2016.

Además:  Una larga serie de profesionales del sector sanitario (enfermeras, matronas, médicos, psicólogas, terapeutas, etcétera).

Las abuelas del niño en la distancia.

Pacientes de psiquiatría, diferentes personas en espacios públicos y hospitales, y, por supuesto, la narradora.

 

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Traducción de Victoria Alonso

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Mi trabajo

 

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