La eternidad por fin comienza un lunes
«Un viaje alucinante por los caminos no transitados del realismo maravilloso» (Fabrizio Mejía Madrid, Nexos).
Un circo recorre los pueblos de una Latinoamérica que es como una mágica condensación de todo el continente. En los carromatos van los hermanos Caprile, malabaristas venidos a menos pero que antaño fueron los más admirados en las fastuosas fiestas de los palacios de Europa; Anabelle, la bella trapecista, el «cisne negro», hija de un judío polaco y de una laudista brasileña, vendida por su padre al dueño del circo Cinco Estrellas; las mellizas Cloe y Cleo; el enano Caifás y Asdrúbal el Mago, el enamorado de Anabelle, que acabará guardándola literalmente en su corazón...
Pero en este circo, en palabras del autor, «conviven personajes de ficción con figuras reales. Entre otros, desfilan, pasan, viven, respiran, José Raúl Capablanca, lsadora Duncan, Tina Modotti, Felipe Dulzaides, Ernesto Lecuona y Julián Orbón, el trovador Cacho Duvanced, Horacio Quiroga, Wichy Nogueras, Octavio Smith y mi padre, Elíseo Diego. Tengo parientes que hubieran podido vivir en las páginas de mi novela. Tías maromeras, madrinas trapecistas, abuelas pianistas y tíos tenores, bailarines de charlestón en patines, poetas; buscavidas y cuentavidas. Una familia bien particular».
Estructurada como una función de circo (primer acto, intermedio y segundo acto), esta novela es la revelación de un escritor excepcional, digno heredero de la mejor narrativa latinoamericana, que suma a las cualidades de sus predecesores una inagotable capacidad tabuladora y un singular sentido del humor teñido de melancolía.
«Un libro mágico que equilibra los compases respiratorios del humor y de la épica, de la tragedia y de la melancolía» (Gerardo Ochoa Sandy, El Nacional).
«Hay un desbordamiento verbal en la novela que quizá podría llamar a engaño y hacer pensar que la herencia de García Márquez es directa, pero no creo que vaya por ahí la cosa; si bien es cierto que hay ecos de la escritura del hijo del telegrafista de Aracataca, siento mucho más fuerte otras voces, como la de Günter Grass y El tambor de hojalata y la de Heinrich Böhl y su Memorias de un payaso» (A. González Acosta, Unomásuno).
«Un novelista con profundo arraigo histórico y vigoroso instinto crítico, que sabe mantener el equilibrio entre un lenguaje expresivo y una narración precisa» (Álvaro Enrigue, Vuelta).
«Un viaje alucinante por los caminos no transitados del realismo maravilloso» (Fabrizio Mejía Madrid, Nexos).
«Cuando uno cierra esta novela, una vez concluida la lectura, quiere volver a empezarla. Creo que ésta es la mejor recomendación posible» (David Huerta).
Sinopsis
Un circo recorre los pueblos de una Latinoamérica que es como una mágica condensación de todo el continente. En los carromatos van los hermanos Caprile, malabaristas venidos a menos pero que antaño fueron los más admirados en las fastuosas fiestas de los palacios de Europa; Anabelle, la bella trapecista, el «cisne negro», hija de un judío polaco y de una laudista brasileña, vendida por su padre al dueño del circo Cinco Estrellas; las mellizas Cloe y Cleo; el enano Caifás y Asdrúbal el Mago, el enamorado de Anabelle, que acabará guardándola literalmente en su corazón...
Pero en este circo, en palabras del autor, «conviven personajes de ficción con figuras reales. Entre otros, desfilan, pasan, viven, respiran, José Raúl Capablanca, lsadora Duncan, Tina Modotti, Felipe Dulzaides, Ernesto Lecuona y Julián Orbón, el trovador Cacho Duvanced, Horacio Quiroga, Wichy Nogueras, Octavio Smith y mi padre, Elíseo Diego. Tengo parientes que hubieran podido vivir en las páginas de mi novela. Tías maromeras, madrinas trapecistas, abuelas pianistas y tíos tenores, bailarines de charlestón en patines, poetas; buscavidas y cuentavidas. Una familia bien particular».
Estructurada como una función de circo (primer acto, intermedio y segundo acto), esta novela es la revelación de un escritor excepcional, digno heredero de la mejor narrativa latinoamericana, que suma a las cualidades de sus predecesores una inagotable capacidad tabuladora y un singular sentido del humor teñido de melancolía.