Complot

Cuando apareció en esta colección Mujeres que fuman, en la revista Primera Línea se escribió: «Sus relatos despellejan los mitos de la época sin que se le manche su impecable camisa. ¡Queremos más!» Ahora, Valentí Puig nos obsequia con su primera novela, Complot.

En Complot, las cosas siempre son como parece: es decir, superan a la realidad. En el destartalado país de Caotania, la muerte del dictador nonagenario abre las puertas a una transición democrática. Por fortuna, todo será más cómico que trágico o, al menos, así lo vive la protagonista, la hermosa periodista Oda, ejempo de candidez y carnalidad generosa.

Oda cree que las cosas pueden ser tal como las pensamos: de este tipo de ilusiones puede surgir el caos o bien un complot de la Historia contra la felicidad. El complot de Complot, de todas formas, no mengua la inocencia de los instintos de Oda, por más que hombres como Peene, Stupat, Luengo o el enigmático Asard puedan hacerle ver que la realidad nunca es como la deseamos, sino como proponen las asimetrías de la comedia de la vida.

«La historia, o la letra pequeña de la historia, de una transición política que bien pudiera ser la nuestra -un viejo dictador muere de viejo en su cama y las diversas fuerzas políticas toman posiciones para reemplazarlo- está contada en Complot desde la peripecia de una periodista tan inocente como inducida a la osadía, quien confundiendo el arte con la vida, acabará seriamente interesada en saber qué demonios distingue la reforma de la ruptura, y no encontrará otra respuesta que la que conviene en cada episodio al político con ínfulas de seductor.» (Julio A. Máñez, El Temps)

«El Cándido volteriano, el humor de Tom Sharpe -descacharrante prolongación a lo bestia de P. G. Wodehouse, autor especialmente amado por Puig- y las referencias a Waugh y a Greene, planean por las páginas de la novela... De lo que sí estoy seguro es de que esta merienda de negros -y fru-frú de piernas y ligas negras- es un divertido e impecable bocatto di cardinale. Abstenerse políticos con miedo a atragantarse.» (J. C. Llop, Diario de Mallorca)