Recortes de mi vida

Hijo de una aspirante a poeta completamente inmersa en sí misma y de un profesor universitario muy frío y distante y con un lado oculto más oscuro que el de la luna, Augusten Burroughs ve cómo su mundo estalla a los doce años. Sus padres se separan porque la madre se enamora de otra mujer, y el niño acabará viviendo en la casa del doctor Finch, el muy peculiar psiquiatra de la narcisista señora Burroughs. Antes, Augusten había acompañado a su madre a la consulta y había conocido el masturbatorium, la salita destinada a la función que índica su nombre. Finch es un excéntrico producto de los años setenta, una combinación de psiquiatra, antipsiquíatra y psicoanalista delirante, un farsante y un seductor que vive en una gran y desvencijada casa con una familia extensa: su sufrida mujer legal, Agnes; sus mujeres no legales, sus hijas, y un hijo adoptivo de treinta y tres años, un pedófilo que antes de ser adoptado por Finch fue su paciente. Y en esta casa, donde los códigos de convivencia son la subversión de todo código, en esta microsociedad sin leyes ni tabúes, Augusten crecerá, será feliz y desdichado, descubrirá el amor y el sexo y unas cuantas cosas más, y se deslizará hacia la adultez.

Recortes de mi vida es una autobiografía que se lee como una novela de entrada a la vida, un esperpéntico y dívertidísimo El guardián entre el centeno en versión gay, con un protagonista adolescente que mantiene una saludable ecuanimidad con respecto a todo y a todos, y la muy firme decisión de seguir al pie de la letra el consejo de Jules Renard con que se inicia el libro: en todo hay que buscar el ridículo, porque siempre se lo encuentra.

«Unas memorias horriblemente divertidas y mordientes, y tan increíbles que el show de la televisión más sensacionalista parece un modelo de racionalidad» (David Wiegan, San Francisco Chronicle).

«Burroughs captura como nadie el espíritu de los años setenta, colmados de cinismo y profundos cambios sociales, y que pusieron a la clase media americana al borde de un ataque de nervios. Estas memorias, de un negrísimo humor, son un testimonio espléndido del talento y también de la resistencia del invencible Burroughs, que consigue sobrevivir a una de las más extrañas y turbadoras adolescencias de la literatura» (Deirdre Donahue, USA Today).

«La obscena, escandalosa, a menudo hilarante crónica de lo que tal vez fuera una historia muy desdichada. Pero las anécdotas son tan demencialmente cómicas, que parece una comedia para la televisión escrita por William, el otro Burroughs» (Janet Maslin, The New York Times).

«Espléndidamente escrita, esta crónica de una juventud de pesadilla es irresistiblemente cómica y sumamente provocativa» (Publishers Weekly).