El sabor de un hombre

Tereza y José son dos extranjeros en Nueva York. Ella es una joven escritora polaca, y ha ido a estudiar literatura inglesa. Él, un antropólogo brasileño interesado en el canibalismo, prepara un trabajo sobre la experiencia de los jóvenes que sobrevivieron a un accidente de aviación en los Andes alimentándose con los cadáveres de sus compañeros.

No tienen nada en común, excepto, quizá, su diferencia. Están solos en una ciudad y en una cultura que les es ajena, y hablan entre sí en una lengua que no les pertenece. Y la extrañeza de este idioma prestado, en el que ninguno de los dos tiene un pasado, una historia, los lleva a desconfiar de todo lenguaje que no sea el del cuerpo, los ritos silenciosos de un amor que no ignoran es temporal, transitorio -José tiene mujer y un hijo en Brasil, Tereza un amante en Polonia- y al que se entregan con una pasión sin reservas, atrincherados en un pequeño apartamento.

Pero el amor puede ser también un «hambre divina», insaciable, y muy pronto Tereza descubrirá que jamás podría soportar la separación, que para ella es impensable que la vida de ambos continúe por caminos diferentes, más allá de ese presente extático, de ese goce absoluto que ya tiene los días contados. Y su muda, desesperada obsesión, la llevará a encontrar la manera de que José pueda ser suyo para siempre.

«Hay mucho que admirar en esta escalofriante fábula de una pasión devoradora, por ejemplo, la maestría con que la autora expone la desesperada paradoja que la sustenta. Sus descripciones son a la vez eróticas y objetivas. Pero El sabor de un hombre es también una confesión desgarradora y amoral. Sus temas son el exilio, los tabúes sociales, la obsesión amorosa» (Kathe Bingham, New Stateman).

«Es el Último tango en París de nuestros días, una arrasadora odisea de deseo carnal y diferencias culturales... » (Publishers Weekly).

«Una novela a la vez sutil y esperpéntica, donde el amor es una guerra en la que no se toman prisioneros» (L. Schillinger, The Washington Post).

«Una novela diferente, intensa y claustrofóbica, que nos presenta a una escritora de primerísima fila» (Sebastian O'Kelly, The European).

«La prosa de Slavenka Drakulic tiene la intensa, descarnada poesía de Marguerite Duras» (The Guardian).

«Esta novela implacable nos lleva a territorios prohibidos y, una vez allí, insiste, con una obstinación horrible y fascinante a la vez, en explorar temas que preferiríamos ignorar... Su protagonista, Tereza, consigue transformar uno de los grandes tabúes de nuestra civilización en una experiencia casi religiosa» (James Polk, The New York Times Book Review).