Ciencias morales
Ciencias morales

Ciencias morales

Los muros del colegio son gruesos y consistentes. Prometen preservar la rutina de los días de estudio de todo lo que pueda estar pasando fuera, de todo lo que –de hecho– está efectivamente pasando fuera, en las calles vecinas, en Buenos Aires, en esa Argentina de 1982. ¿Pero qué espacio limitan esos muros, un lugar de adquisición del saber o un recinto sadiano? Porque el colegio extiende su jurisdicción más allá de la enseñanza, imparte a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una implacable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos.

María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente –o quizá sólo ignorante– maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el jefe de preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba «el punto justo» para la mejor vigilancia. Una mirada alerta a la que no se le escapara nada pero que no fuera evidente, para no poner sobre aviso a los estudiantes. Una mirada a la que nada le pasara inadvertido, pero que pudiese pasar inadvertida ella misma. Quizá la mirada del perverso, o del carcelero, o del amo. Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas. Pero si todo está prohibido –hasta para ella misma–, todo es transgresión. Y cuando María Teresa, persiguiendo un vago, quizá inexistente olor a tabaco, comienza a esconderse en los lavabos de los chicos para sorprender a los que fuman y llevarlos ante la autoridad, y poco a poco hace de ello un hábito oscuramente excitante, no es de la violación de las reglas sino de su aplicación a ultranza de donde surgirán la torsión y el desvío, de la rigurosa vigilancia de una completa rectitud, de la custodia inflexible de una normalidad total y atroz. Una vigilancia, una custodia que tal vez estén siendo aplicadas más allá del recinto de este pequeño mundo cerrado que nos descubre Martín Kohan. Porque extramuros de ese colegio donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, hay otro mundo, hay un país que acaso se le asemeja.

Ciencias morales confirma indiscutiblemente la extraordinaria madurez narrativa de uno de los autores más inteligentes, más estimulantes, de la reciente literatura argentina.

ISBN978-84-339-7162-3
EAN9788433971623
PVP CON IVA17.9 €
NÚM. DE PÁGINAS224
COLECCIÓNNarrativas hispánicas
CÓDIGONH 424
PUBLICACIÓN05/11/2007
ISBN978-84-339-1935-9
EAN9788433919359
PVP CON IVA9.99 €
CÓDIGONH 424
PUBLICACIÓN05/11/2007
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Martín Kohan

Martín Kohan

Martín Kohan nació en Buenos Aires en enero de 1967. Enseña Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires. Publicó tres libros de ensayo, dos libros de cuentos y seis novelas antes de ganar, en 2007, el Premio Herralde de Novela con Ciencias morales, llevada al cine en 2010: «Imposible no leer a Martín Kohan» (Beatriz Masine, Clarín); «Los niveles de expectación narrativa que alcanza Ciencias morales son inmejorables: nada falta, nada queda fuera de la necesidad del lector» (Nelson Rivera, El Nacional). Posteriormente publicó Cuentas pendientes: «Un retrato feroz, irónico, de lo que significa vivir en el horror de lo sucesivo: siempre hay cuentas pendientes. Cuentas para pagar, cuentas para cobrar» (Diego Gándara, Qué Leer); «No defrauda en absoluto las expectativas con este nuevo trabajo» (Ernesto Calabuig, El Mundo);Bahía Blanca: «Novela divertida, de lectura absorbente, rica en situaciones curiosas y variadas y de encuentros nunca realizados del todo que apuntan a la ruptura y al fatídico vacío fi nal» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); «Muy lograda novela» (J. Ernesto Ayala-Dip, El País); y Fuera de lugar: «Una historia áspera, sucia, desconcertante... La elegancia al nombrar lo que suele ser tabú (...) es una muestra más del catálogo inacabable de registros de este hombre» (Alberto Olmos, El Confidencial); «Deslumbra con su concepción de la negrura» (Marta Sanz, El País).

Foto © Maria Teresa Slanzi.